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miércoles, 14 de diciembre de 2016

Ausente...

Me encantaba el dinamismo
con el que abordabas el día a día,
la vitalidad y el optimismo
con que hacías frente a la vida.
Me encantaba tu risa contagiosa:
verbenera tarantela
amenizando mis horas;
las fulgentes chiribitas
que en tus pupilas rielaban
cuando de amor hambriento
el cortejo comenzabas
–infructuoso cortejo,
dicho sea de paso,
pues me recuerdo diciendo–:
"¡Tate...! Modera tu apetito, cariño,
o deslízate por la pendiente
si ese es tu máximo anhelo,
pero no me deslices contigo:
temo correr el riesgo
de caer rendida en tu celo,
en el desliz embriagarme
con el licor de tus besos."
Sí, querido, me encantabas,
porque estabas presente... de continuo,
dinamizando la casa
con tu talante festivo,
a la espera de caricias
que amartelasen el nido...
Ahora, vida de mi vida,
te me figuras al margen
de la noria que gira y gira
y en su rotar incesante
se determina exhaustiva.
Te me figuras ausente,
ausente de cuanto ansiabas,
ausente de ti mismo... a veces,
como si te fuere crucial
escindir tu sombra parda
y desnuda la individualidad

conocerte tal cual eres...

© María José Rubiera

sábado, 10 de diciembre de 2016

Aguamanil

En el paraninfo nocturno celada,
auspiciada por la sombra turbia
y en la turbiedad escudada,
bajo la advocación de agua infausta,
                                                   infausta...
como la ímproba angustia
que del alma se enseñorea
sin causa justificada,
sobre la mar somnolienta
se va narrando la lluvia,
y de aguamanil réplica,
                                                aguamanil...
que desnivelado evacua
en perforada jofaina,
sobre las olas itera
sus finas hebras de plata.
Y si bien nacida dulce
se reconoce salada,
                                                dulce...
como el amor que nos afecta
hasta vociferar: "¡basta!",
dulce... como la guedeja
celosamente peinada,
                                                salada...
a semejanza de lágrima
que el lacrimal lacera
y haciéndose manifiesta
por el pómulo resbala.
Y mixtura organizada,
                                                   mixtura...
salobre y edulcorada,

la espuma la desenhebra
y vomitada en la arena
en la arena se amilana...

© María José Rubiera
 
 





viernes, 2 de diciembre de 2016

Algo...

Algo magnetiza el aire,
algo que es causa de gozo
para la cenobita ave
recluida en lo soledoso
de las yermas soledades
que no conocen reposo.
Algo magnifica el aire,
algo sutil, vaporoso,
inasible, insondable,
callado y a la par canoro
que disipando al desgaire
su cualidad de sonoro
reverbera en mi ventalle
y solemne clavicordio
me regala los oídos
con melíferos adagios
que apresuran los latidos
y dulcifican los pasos...
¿Será un hálito divino
derramándose en el atrio,
o será acaso un suspiro
escapado de tus labios...?

© María José Rubiera

viernes, 25 de noviembre de 2016

Genuino...

Todo adquiere significado
cuando encasilladas las figuras
en el damero de la existencia
se revela meridiano
el fetiche que mueve al mundo:
Amasar riqueza a espuertas,
pese a quien pese, caiga quien caiga,
vénzase a quien se venza...,
fetiche oculto a la vista
de la cándida inocencia
–un niño jamás podrá comprender
ambición tan desmedida–.
Aun hoy, rebasada con creces
la etapa de la simpleza,
incluso habiendo asimilado
que nada es lo que parece,
la mirada avezada
a observar las miserias humanas,
sigo comprendiendo... ¡nada!
Por suerte, para mi espíritu
algo sí cobra sentido
cuando ensambladas las piezas
del puzzle de las vivencias
se manifiesta nítido
el verdadero símbolo
por el que vale la pena
existir, ser... estar: El amor genuino
–un talismán compartido–.
Amor... alimentado por ambos,
de continuo mantenido,
el amor que nos mantuvo alejados
del enrevesado laberinto
que no alberga escapatoria,
amor... que nos evitó el peligro
de ser catapultados
al vórtice del abismo
en que se esfuma la gloria
del cariño correspondido...

© María José Rubiera

 

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Diálogos para desesperados


"¡Hola, hermano! ¡Buenos días!
"Lo serán para ti.
"¿...?
"Aún no he desayunado, y a buen seguro no almorzaré ni cenare... Ni desayunaré ni almorzaré ni cenaré mañana, ni en los días venideros.
"¿Y eso...?
"Si no hay trabajo tampoco hay dinero y si no hay dinero... Ya sabes.
"Lo sé. Supongo que debido a ello se han implementado los Comedores Sociales.
"¿Te has visto alguna vez en la necesidad de frecuentarlos?
"Por supuesto. No una sola vez, sino tropecientas veces.
"Huelga decirte entonces lo que en los mismos se cocina (y nunca mejor dicho). ¿Sí?
"Sí.
"¡Genial! Así me ahorro las explicaciones.
"Pero mejor eso que pasar hambre, ¿no crees'
"No. Yo no quiero vivir de limosnas. Lo que quiero es trabajar y costearme todo cuanto necesito para vivir como se supone debe vivir una persona: dignamente. ¡Qué menos!
"Pasemos del tema, ¿quieres? Por cierto: ¿Hace cuánto que no coincidimos?
"Hace meses, supongo. He estado... y estoy muy ocupado.
"¡Pero si acabas de decirme que estás desempleado!
"Ya... He estado, estoy y estaré por tiempo indefinido (recurriendo al eufemismo) defecando para todos los botarates que sin tener idea de por dónde andan vueltos se alzan con los escasos empleos disponibles. Y todo gracias a los papis, abuelos, tíos y demás parentela que valiéndose de las prebendas que les han sido otorgadas se apresuran a enchufar a sus mangantes pimpollos; es decir: nepotismo puro y duro. Y mencionar por añadidura que los niñatos en cuestión van por la vida de intelectuales cuando en verdad su cociente intelectual está a la altura del asno que dándoselas de Séneca apenas si acierta a rebuznar.
"Es lamentable, pero es lo que hay. Así que, no queda sino aceptar las cosas tal y como son.
"¡Un hurra por el conformismo!
"En fin... Va siendo hora de dejarte. Hasta cuando volvamos a coincidir.
"Hasta entonces, pues. Ve en paz con tu errónea filosofía.
"Perdona... ¿Cuál filosofía, según tú?
"La que al parecer practicas: Sobrevivir al precio que sea, aun cuando te sea impuesto postrarte de hinojos, humillar la cerviz y sacrificada la dignidad decir amén a la corruptela.
"Buenos días, hermano.
"Lo serán para ti...
 
© María José Rubiera
 
 

 


 

miércoles, 9 de noviembre de 2016

La búsqueda

Mi caballero aguerrido,
de mi corola estandarte,
esposo, amante, amigo,
de infortunios compañero...
Sofocados tus pesares
en las aguas del Leteo,
enfilados los andares
a territorio inédito
evita mirar atrás:
retrotraerse al pretérito
en modo alguno conduce
al hallazgo del grial.
La consigna es avanzar,
avanzar... en todo momento,
sin detenerse a escuchar
el patético lamento
de las estatuas de sal.
Tal vez al cabo de un tiempo
te enfrentes a basiliscos
con los que batirte en duelo,
quizá encuentres petroglifos
con grafía a descifrar...
Quizás harto de arrostrar
imprevisibles peligros
desees ahogar el empeño
que te indujo a transitar
el serpenteado camino,
mas difícil te será
desviarte del sendero,
iniciado ya el periplo
se hace imperativo andar:
 

cada paso hollando el suelo,
cada zancada afianzada
sobre el rocoso terreno...

© María José Rubiera






viernes, 28 de octubre de 2016

Argentada...

A despecho de la nube artera
que harto envilecida... bruna
velarle el fulgor quisiera,
soberbia luce la luna
en la infinitud sidérea:
dechado de donosura
hasta la estrella más fatua
idolatra la hermosura
de la noctámbula dama.
Resaltando su belleza,
aureola diamantada
enmarcando la faz regia,
brocado de arena y espuma
–presente de una sirena–
en la túnica nocturna;
en la lechosa garganta
una enigmática runa
que una bruja le tallara,
en la lívida mejilla
un colorete escarlata
–colorante de cochinilla
que ex profeso para ella
un enano laborara–,
máscara de negra arcilla
engruesando las pestañas...
Lástima que declinada la albada
me sea imposible seguir su tránsito,
lástima que a su amado astro
le sea imposible besarla.
 
© María José Rubiera
 


 

miércoles, 19 de octubre de 2016

Filatería...

Él, que se pensaba a salvo
en la templada penumbra,
 a solas con el horario:
saetilla puntiaguda
que le indicaba un ocaso
libre de intriga y argucia,
exento de sobresalto,
a prueba de acción inmunda,
inmune a doloso encanto...
Ahora apareces tú, duda,
recubierta de amaranto
y emisaria de la astucia
alteras su mundo calmo;
porteadora de lo obsceno,
labriega... tu aguda sombra
cultivará en su cerebro
filatería barroca,
haciendo de su vida averno.
Insomnes serán sus noches,
árido su pensamiento,
villanas sus confusiones,
salmuera su álgido aliento...
En sus horas desacordes,
graznidos de cuervo añejo.
 
© María José Rubiera
 
 

viernes, 14 de octubre de 2016

El pájaro azul

Pegajosa, bochornosa
se detallaba la tarde
en los anales del verano,
una tarde tan tórrida,
húmeda y asfixiante
que incluso el viento solano
optaba por ampararse
en lo sombrío del parque,
una tarde que invitaba a sestear
bajo la fronda de un árbol;
de hecho, salvo las sisellas
encaramadas al palomar,
el insolente petirrojo
que cual chalana fondeada
en un remansado río
sobre las hojas se mecía,
el despistado pavo real
que deseoso de gusanos
frecuentaba la pradería...
hasta el silencio sesteaba.
Y allí, en la pajarera cautivo,
sin divisar otro cielo
que no fuera el atisbado
a través del enrejado,
atrapado... cual fabuloso pájaro
en los renglones de un cuento,
el estornino azul-metálico:
azul... cual poema de Darío,
azul... como los mares del sur
y el sudanés firmamento
que nunca llegaría a ver.
Se me acercó y me acerqué,
su ser se fusionó a mi ser
y mi ser pudo entender
lo intrínseco de su ser,
me miró y lo miré:
en sus iris amarillos,
colmados de sino incierto,
un derrotista... "¿Por qué...?"
 
© María José Rubiera
 
 

viernes, 7 de octubre de 2016

"La otra"

Era satén envolvente
agasajando su piel,
seda del lejano Oriente,
damasquino brocatel...
                                                                          amén de lo inconfesable,
lo que gestado en la sombra
en la sombra ha de ocultarse
y relegado a la sombra
únicamente en la sombra
le es dado manifestarse.
Era burbuja espumosa
humedeciendo su ataire,
efervescencia caótica
ordenándose en su boca...
                                                                            amén de lo censurable,
aquello que en modo alguno
ha de hacérsele innegable
al observador agudo.
Era dádiva celeste,
un codiciado presente:
la ebúrnea levedad
aletargada en su vientre...
                                                                          amén de lo criticable,
de la vergüenza el rubor
vergonzoso y vergonzante,
del cuchicheo el rumor
gravitando incontrolable.
Era vívido resplandor
avivando lo mortecino,
deslumbrando la razón...
amén de niebla glutinosa
ofuscando la visión.
Era... 
 
 
"La otra".

© María José Rubiera
 

viernes, 30 de septiembre de 2016

Gualda...

Es tiempo de otoño,
tiempo de matices áureos,
tiempo atemperado, austero
que, a la espera del invierno,
se consume y piano... piano...
las horas va consumiendo.
Tiempo de tintarse gualdas
las arboledas..., las hojas,
destinadas a ser hojarasca
tapizando los senderos.
Tiempo de inanes nostalgias,
de caducados recuerdos
acortando distancias,
invadiendo las aristas.
Tiempo de darse un respiro,
de acomodarse y entablar
pláticas distendidas
en torno al lar encendido:
de concederse ociar.
Tiempo de racheados vientos
y pertinaces aguaceros,
de frecuentes claroscuros
en el fluir de los cielos:
de tenaz oscuridad;
oscuridad que propicia
vislumbrar el trasmundo
de las platónicas Ideas,
del eterno e inmutable Ideal.

© María José Rubiera
 
 
 


martes, 20 de septiembre de 2016

En las entrañas de Asturias

En el negror agorero
del corazón de la mina
acémilas, pájaros enjaulados,
del letal metano el sesgo
sesgando vidas de cuajo:
la fatalidad invicta.
En el deletéreo tajo
mineros inermes... yertos,
de hulla y muerte tiznados:
hombres fornidos... y guajes
ahogados en sus gargajos,
desposeídos de aliento
por un mísero salario.
Cientos de mineros muertos:
padres, esposos, hijos...
por los que aún se guarda duelo.
Mineros pobres en haciendas
y millonarios en valores,
éticos hasta la médula.
Mineros que viviendo
en la memoria colectiva
son recurrente recuerdo
para nosotros, los astures,
que llevando a Asturias en la sangre
jamás nos humillamos
ante nada ni ante nadie.
Que allá, doquiera estéis
en paz descanséis, compañeros.
 
© María José Rubiera
 
 

sábado, 10 de septiembre de 2016

Suéñame...

No me sueñes mariposa
acercándose a tu llama,
abrasándose en tu fuego,
no me sueñes ondina atrapada
en los hilos de tus redes,
en el ámbar de tus besos,
no me sueñes pasionaria
adornando tus parterres.
Suéñame joven zagala
tañendo caramillos y rabeles,
conversando con las hadas,
exorcizando a los duendes.
Suéñame versificadora
armonizando léxicos,
entrelazando palabras,
reconociéndose en los versos.
Suéñame alondra cantora
liberada de la jaula,
consentida por los vientos.
Suéñame parda calandria
trazando rutas lejanas
en el bruñido firmamento,
en el borde de las alas.
Suéñame ave canora
trinando al filo del alba,
evadida de mazmorras,
de las prisiones del alma.
Y si como dices tanto me adoras
deja que el aire circule entre ambos,
si no... no me adores tanto.
 
© María José Rubiera
 
 

jueves, 25 de agosto de 2016

Momentos

Hay momentos en que todo
comulga con el silencio
y todo en comunión con todo
de silencio se ribetea,
y silente el cinamomo
en silencio se interpreta
y todo tiende a mostrarse
del color de la canela,
 y silenciado el estanque
una cohorte de ninfas
a los nenúfares trepa,
y ahíto del sacro silencio,
en pos de sonidos recios
a la mar se hace el viento.
Hay momentos en que acatando
el dictamen del recuerdo
permito que el aire me arrastre
hasta donde hallarte pretendo
y te busco en los marjales,
en los aislados oteros,
te busco en los manglares,
en la tierra... y en el cielo,
en ese buscar incesante
con el eco me tropiezo
y contrita por tu ausencia
al eco le vocifero:
"¿Dónde se encuentra mi amor?",
y conspirado contigo el eco,
rudimentaria su voz
repite con insistencia:
"amor... amor... amor..."
Hay momentos en que el espejo
adquiere cualidad de niebla,
y de lo íntimo reflejo
el lado oscuro refleja.

© María José Rubiera
 


 
 


miércoles, 17 de agosto de 2016

Solo...

Solo se queda el parterre
cuando moribunda la rosa
su postrer aroma exhala
y los ruginosos pétalos
–los últimos de la saga–
rolando a merced del céfiro
el fúnebre roce aguardan.
Solo... a semejanza del alma
que se fue a tierra extraña
y precisando de afecto
sueña labios de cereza
que unos besos le reclaman
y tanto más intensos
cuanto más vagos los sueños
libélula improvisada
surca el lato océano
que del amor le separa.
Solo... cual recuerdo
que salmodia desolada
el corazón entristece
y recordar nadie quiere.
Solo... como la soledad
que soledosa entre soledades
en la soledad se instala
y con la soledad se aviene.
Solo...
 
© María José Rubiera
 
 

miércoles, 27 de julio de 2016

Piensa en mí...

Una vez me haya marchado
al país del que nunca se regresa,
se deslizará el ocaso
bajo el maderamen de la pérgola,
una torcaz sobre un árbol
te recordará mi ausencia,
y pensarás en mí.
Tus entumecidas manos
querrán asir el recuerdo
que me trae de vuelta a ti
y hacer del momento estadía
que desafíe el paso del tiempo,
mas sólo asirán la brisa
proveniente del pretérito.
Pero no te aflijas, vida,
pendido de etéreos hilos
volará tu pensamiento
al Valle de las Ardillas:
te mostrarán el camino
que te llevará hasta mí.
Te estaré aguardando
en el Lago del Cisne Blanco,
sin importarme si te demoras
días, meses... quizá años.
Mientras tanto... piensa en mí.

© María José Rubiera
 



 

domingo, 17 de julio de 2016

Tiempo de moras


Tal como éramos,
tal como fuimos:
denostadores de abolengos,
libertarias zarzamoras
desafiando los espinos;
creadores de universos,
que lejos de ser oscuros
de luces estaban plenos.
En cada inédito universo,
vías abiertas al conocimiento
del espíritu y de la materia,
sin sombra imperfecta alguna
que desmereciera lo primordial.
En cada vía velados códices,
en cada códice la idea pura,
la realidad sin desvirtuar
por los hipnóticos sentidos:
cadavéricos reflejos
de la esplendente verdad.
En cada realidad, un bardo:
un medieval Perceval
y sus trovas sibilinas,
en cada hierática trova
gules, marfiles, rosa mística
y exordio a tener en cuenta:
¿Quién podría comprender
la complejidad del rapsoda...?
¿Quién las cuitas de su alma,
el gozo de su corazón,
si se siente amado y ama
o pena por desamor...?
Tal como éramos,
tal como fuimos,
tal como somos:
galeotes del desatino...
 
 
© María José Rubiera
 


 
 
 
 

martes, 5 de julio de 2016

La Playa del Silencio


Hay un lugar en la Costa Verde...,
aunque más que un lugar
quizá sea un Portal del Tiempo,
donde todavía existen
mitológicos seres:
La Playa del Silencio.

Ideó la Mente Suprema
crear un edén en la Tierra,
y por topónimo decirle Asturias,
Asturias: gema entre las gemas...
Y concluso ya el paraíso
custodias hizo a las xanas
de las fuentes y los ríos;
a los silfos y las hadas
encomendó la tarea
de verdecer los pomares,
los huertos y las praderas.
El litoral asturiano
feudo fue de las Nereidas,
y dado que su belleza
no conoce parangón,
so pena de tornarlas feas
y herirles el corazón
les arrancó la promesa
de cuidar que el mar y el oleaje,
llegado el atardecer,
se cubrieran de diamantes.

© María José Rubiera










miércoles, 29 de junio de 2016

En el cristal...

Declina la sombra,
en su demudada aura
vestigios de azucarillos,
fragancias derramadas,
aguardentosos sonidos:
noctámbulas nostalgias.
Irrumpe la aurora
y decoradora avezada
nos va glaseando la alcoba,
de arrebol nos la tizna,
sidérea nos la tapiza.
En la renovada estancia
tu impronta y mi impronta
y nuestra circunstancia
y el deseo reflejado
en el cristal de tus labios.
"He de irme", dices... quedo,
y tus ojos te desdicen,
te desdice tu mirada
–ora turbia, ora clara;
pero siempre enamorada–,
te desdice seguir pautando
el ritmo de mis entrañas,
la desgana te desdice.
"Me voy, mi vida", musitas,
y el amor te contradice...

© María José Rubiera
 

 
 

 

jueves, 16 de junio de 2016

Me dueles, amada Asturias

Fiel a mi promesa, Asturias,
de ensalzarte hasta quebrárseme el fanal
en el que mi luz fulgura,
una vez más me dispongo
a componer unos versos
en loor de tu hermosura.
Tan bella eres, patria mía,
representa tal honor
haber nacido en tu mágico seno,
decirse astur por los cuatro costados...
Incluso las ruidosas golondrinas,
que en el añoso hórreo anidan,
bautizan a su polluelos
con el nombre "asturianos".
Todo cuanto en ti reside
es maravilla única:
las árgomas pintorescas
monopolizando las agrestes sebes,
las vistosas florecillas
que sobre tu yerba duermen,
esas violetas silvestres
–brillosas cual amatistas–,
los primaverales lirios
que crecen en tus marismas
–instigadores de idilios–;
el orbayu pertinaz,
que ni en pleno verano
alejarse de ti quiere:
tan enamorado lo tienes...
Se nos precipitan los meses,
de nuevo el ardor del estío
se anuncia a bombo y platillo,
principiará la folixa veraniega
y la alegría rendirá a la pena;
por lo mismo se supone
debería estar alegre.
Mas ya nada puede alegrarme, Madre,
porque en el alma me dueles:
me duelen tus alagados valles,
me duelen tus bosques calcinados,
me duele seas presa de "trepas"... de infames,
me duele el silencio hostil
que transitando tus calles
a voz en grito justicia demanda,
me duele la gente humilde
que en tu tierra, dadora de riqueza,
a duras penas sobrevive;
me duelen las nuevas generaciones,
abocadas a hundirse en la miseria...
Pero mejor no continúo escribiendo,
mis palabras han tomado
imprevistos derroteros
y no está en mi pensamiento entristecerte,
sino ensalzar tus cualidades, Madre.
© María José Rubiera







viernes, 10 de junio de 2016

Desde la ambigüedad

Es esa hora...
en que a la espera
del retorno de la aurora
la luna bosteza.
Es la hora ambigua...
en la cual se fusionan
la noche y el día,
y demorado el instante
se ralentiza la vida.
En el empañado éter
la tímida candelilla
principia a desgarrar
la errabunda neblina.
En mi fuliginoso cielo
nada alumbra, nada rutila...
salvo los gusanos necios.
Adormilada todavía,
pienso si en verdad existes
o si eres recurrente sueño
que jamás se materializa,
y si recreación onírica
¡qué ilógico amarte!,
si importuna pesadilla
¡qué desatino deshojar
la consabida margarita!
Ha cesado el reclamo
de las criaturas nocturnas,
el canto de un gallo
hiende la cercana lejanía,
el alba se proclama
reina de la claridad,
las avecillas pían...
Yo voy desgranando
el rosario de unos versos:
que mis estrofas sean liturgia
que conjure lo funesto...
 
© María José Rubiera


 

lunes, 30 de mayo de 2016

En el trasfondo...

Acontecidos los siglos,
nada es lo mismo... en apariencia,
en el trasfondo... todo es lo mismo:
mudada la hirsuta vestimenta
en lana de oveja desvalida
el "lobo" sigue hollando lo boscoso,
al acecho de ilusa "caperucita"
que frecuente lo engañoso.
Engañoso... como las apariencias
que al "Yo" le muestran lo que ansía ver,
y tóxico el bebedizo
que las apariencias le dan a beber
el "Yo" se envenena de egolatría
y coronado de falsario laurel
el "Yo" se entrona en la pedantería...
hasta caer por su propio peso.
Los abriles franquearon
los umbrales del tiempo
y nada parece lo mismo,
pero todo es idéntico:
el agua sigue siendo el agua
que de impudicias libera al océano,
la tierra fue, es y... –¿seguirá siendo?–
el cobijo de vivientes y ausentes,
el aire sigue siendo el aire
que oreó y orea las mentes;
el fuego sigue siendo el fuego
en que los lirios ardieron...

© María José Rubiera

sábado, 21 de mayo de 2016

Albedríos

Cuando en el envés del espejo
se autografíe lo eterno,
a la estancia silenciada
tornarán los albedríos.
Tantos fueron los que huyeron
y en aislados caseríos
latentes sobrevivieron...
Tantos fueron acallados,
por atreverse a gritar:
"¡Cobardes!"
No sé cuántos habrán sobrevivido,
yo no sé cuáles murieron;
sólo sé que por todos he sufrido,
porque a todos los conjeturé muertos.
Muertos...
como los sueños truncados,
amortajados de invierno.
Muertos...
como los labios que jamás besaron
y besos no conocieron.
Muertos...
como los yermos nonatos
que nunca nacidos fueron...
Asomada la madrugada,
tornarán los albedríos
y orbes luminosos ellos
colorearán la albada,
de luces vestirán los sayos negros.
 
© María José Rubiera
 
 

lunes, 9 de mayo de 2016

El lenguaje del silencio

Porque mudo es el silencio
y si mudo... el silencio no habla,
al silencio confía sus secretos,
y desgarrado ya el velo del alma
el silencio sabe del sueño dorado
que años atrás confinara
en un glauco relicario:
glauco... como la esperanza;
y confidente el silencio
asume sus yerros y sus lágrimas.
Y hermanado con ella el silencio
se le instala en la mirada
y manifiesto se expresa
en sus pupilas meladas:
meladas... como la miel;
se manifiesta en su sonrisa opaca,
en sus gestos, en su piel,
en la indolencia de sus manos,
en sus descalzos pies
que pudiendo ser alados
por la arena se deslizan
taciturnos, fatigados...
Y adondequiera que vaya
la persigue el silencio,
expedito el silencio la acompaña:
lo lleva siempre enredado
en el muaré de su enagua,
en la tenue muselina
de su blusa y de su falda...

© María José Rubiera 

lunes, 25 de abril de 2016

Hubo un tiempo... (II)

Hubo un tiempo... en el cual la luna lloraba
y de terciopelo negro
su blanca tez ataviaba
y contrita, precisando de consuelo
por el cielo deambulaba,
y las nubes fueron su pañuelo
y las nubes la consolaban
y las nubes hicieron de cántaro
a rebosar de lágrimas
y las nubes –improvisado cedazo–
por ríos, lagos y océanos
desparramaban el llanto...
Tú seguías embadurnando de añil
las hojas del calendario,
y entregados ambos al frenesí
de reconocernos y amarnos,
yo en ti y tú en mí,
piel con piel, labios con labios
transcurríamos abril,
y de las manos se nos escurría el tiempo
y el tiempo se nos adelantaba
y devastador el  tiempo
nos decoloraba mayo
y junio... y el azur del calendario
se te emborronó de gris...
 
Hubo una dorada época...
en la cual sólo existíamos
tú, yo y la primavera.
 
© María José Rubiera

jueves, 21 de abril de 2016

Hubo un tiempo...

Hubo una época en la cual
embadurnabas de añil
las hojas del calendario...
de resultas que primavera ideal
las cuatro estaciones del año,
en nuestro cómputo anual
no constaban otros meses
que el marzo soliviantado,
el depurador abril,
el mayo concupiscente,
el junio recolector;
y del mismo modo que el rocío
se vierte sobre la flor
del perfumado alhelí,
y no violenta su albor
ni mancilla su misterio,
así tus besos en sazón
calaban mi ministerio...
El brebaje del amor
humectaba nuestra abadía,
el uno en brazos del otro... en silencio
veíamos adelantarse el tiempo,
y tan rápido corría
que pasaba por alto detenerse en el verano,
en el otoño... en el invierno;
y el tiempo se detenía
en los linderos de abril,
y temeroso del tiempo
exclamaba el colibrí:
"¡A saber qué hará conmigo!"
 
Hubo un tiempo idílico... azulado,
en el cual me asegurabas
que el invierno sólo existe
para el ser que nunca amó
y jamás ha sido amado...

© María José Rubiera
 
 

lunes, 11 de abril de 2016

Un tranvía llamado vida


Cerrar los ojos,
y pensar
en la transitoriedad
de este tranvía llamado "vida",
y preguntarse:
¿A qué obedece tamaña celeridad?,
¿hacia dónde se encamina?,
¿en la infinitud de cuál vía
ha proyectado estacionarse?,
las almas de las anémonas
¿en qué andén habrán de apearse...?
Y sin obtener respuestas
continuar empero el viaje,
sin dejar de preguntar
¿por qué?
¿por qué evoluciona la espiral
y alrededor de qué gira  
cuando del punto se aleja...?
Viajar... viajar forzado:
un pie en el estribo
de la ortodoxa realidad,
el otro en el de la fantasía;
viajar... viajar... ¿hasta cuándo...?,
¿hasta cuándo mi  rosa con su rosa
y su rosa con la mía?,
¿hasta cuándo el guiño solar,
fermentando las uvas de la ira...?
Viajar... viajar... viajar
y a falta de respuestas plausibles
no cejar en preguntar...

© María José  Rubiera

jueves, 31 de marzo de 2016

Ad infinitum

Caerá la medianoche
en el muladar del orbe,
de carey se orlará la luna,
y la espermática nada
engendrará con derroche
idiosincrasias futuras.
Yo, despojada de galas,
amorosa como nunca,
mezclando elipsis y palabras
te diré que me atañe tu pena
y tu dicha me concierne,
que por afectarme cuanto te afecta
asaz a mi alma le duelen
los silencios envarados
que la glotis te entumecen.
Si partícipe me hicieres
de los fonemas sincopados
que en tu laringe fenecen,
si depositaria fuere
de ese lenguaje encriptado
con el que intimas a diario...
Decidieres lo que decidieres,
si fiarme o no el corolario
que atesoras en tu mente,
ad infinitum te amaré,
te amaré tanto... y de tal manera
que si por arte de hechizo
arroyo te me volvieras,
yo mudaría en aliso
para medrar a tu vera.

© María José Rubiera
 

viernes, 18 de marzo de 2016

Desde la Tierra del Fuego...

Ultimada su misión
en la Tierra del Fuego,
a bordo de herrumbroso cascarón
surca la Primavera
el océano que de Asturias la separa.
En sus muñecas, pulseras
que los yaganes le regalaran,
en su melena al viento
una peculiar diadema
de hielo cristalizado,
que un fueguino le trenzara.
"¡Qué buena gente los onas,
con qué esmero me obsequiaron!",
se dice, y absorta en sus recuerdos,
dejándose acunar por las olas,
adormecida, arriba al cántabro litoral,
donde un chiflado arrendajo
sin venir a cuento comienza a glayar:
"¡Al abordaje... Al abordaje!"
Y sobresaltada la Primavera:
"¡Estás majara, arrendajo!"
"¡Ja...! Vos, hermosa Griselda,
¿gozáis acaso de cordura?"
"¿Por qué me dices Griselda?"
"¡Porque así le digo a la estrella
que alumbra mis noches sin luna!"
Los glayidos monocordes
del impostor bucanero
alertan al silente invierno
del acontecer vernal...

© María José Rubiera

lunes, 7 de marzo de 2016

Mudadizo

Sujeto al cambio, mudadizo
–como todo en el universo–
le era imposible reconocerse,
conciliarse consigo mismo.
Era... pero no era, al menos no el mismo río
que anhelara desposarse
con las aguas del océano.
Es posible que no fuese sino destello
que cual falsario presagio
aparece y desaparece,
profecía que nunca se ve cumplida.
Tal vez debiera zozobrar,
arrojarse unos pétalos
de su flor dilecta
y formular una plegaria,
o bien evitar hundirse
y nadar... nadar... nadar...
contra la corriente,
hasta arribar al lugar
en que le esperaban.
Quizá debiera sorberse
las orgullosas lágrimas
que en las palmas de las manos
se le ovillaban
y dejar a cargo de la vida
la urdimbre de los hilos,
vestir la garganta
con sedosas inflexiones
y susurrar repetidas veces
el nombre de la bien querida.
Quizá debiera ahogar
la voz de la fantasmagoría
que los oídos le ofuscaba,
y registrar los quejidos del violín herido.
Quizá...

© María José Rubiera

martes, 1 de marzo de 2016

Caín y Abel

Se apagaron las farolas
y piano los silencios
huyen por las claraboyas,
los pretéritos ayeres,
reconociéndose obsoletos,
ceden el paso al presente
y hoy... es hoy: un nuevo reto
del que resurgir indemnes,
otra jornada que registrar
en la efeméride del tiempo,
un día más en el fatídico haber
del "Abel" sacrificado
y del "Caín" fratricida,
en la memoria grabados:
rescoldos y cenizas
de prejuicios arcaicos,
molicie que nos habita.
"Caín" y "Abel": ¿elaborado mito,
sofisma acerca del mal y del bien
arteramente inculcado?,
¿alegoría del "Yo" y del "Mí"
en permanente conflicto...?
Y sí, por supuesto: hoy es hoy,
un día de crudo invierno
en que quizá me fuere más creativo
continuar durmiendo,
y para más inri esta llovizna
que no cesa, y los rigores del frío
anquilosando los huesos...
Pero ¿sabes qué, amor mío?:
un sol pintaré en tu cielo,
en tus labios... ¡No te lo digo!

© María José Rubiera

lunes, 22 de febrero de 2016

Trigo moreno...

 
"¿Comprendes ya que un poema cabe en un verso?"
(Gustavo Adolfo Bécquer)

Lo comprendo, mago de las palabras,
pero, ¿cómo plasmar en un solo verso
esa emoción que me embarga
cuando a mi amado contemplo?
 
Ah, su cuerpo recio... su cuerpo viril,
y ese gesto subrepticio
que ruega sin exigir
del desenlace el principio.
 
Su cuerpo... su beligerante cuerpo
asaltando mi castillo,
y su lábaro de guinda
flameando en mi perímetro.
 
Y el verdeceledón oliva
de su augusta vestidura
cubriendo mi albo imperio,
dislocando mi cordura.
 
Su cuerpo regio... su cuerpo locuaz
y su lenguaje purista:
sortilegio lenguaraz
hechizando mi colina.
 
Ah, su cuerpo gentil... su armonioso cuerpo,
su cuerpo: trigo moreno
ornamentando la ojiva
de mi astrífero universo.
 
© María José Rubiera
 
 


sábado, 23 de enero de 2016

¿Qué es poesía...? (II)


La mañana viajaba despacio,
ateniéndose al decurso de las horas,
supeditada al tiempo y al espacio.
Harto el poeta de librar lid
con las rameras estrofas,
declinando escribir
impúdicas moaxajas
se dispuso a respirar.
El día se presentaba radiante:
lascivo el disco solar
violando frondosidades,
expeliendo efluvios, fuego,
derramándose en la algaba;
aturdiendo el firmamento
la trapajosa jerga y el batir de alas
de una bandada de grajos.
Una recóndita playa,
atisbada desde el acantilado,
solitaria... misteriosa,
el acantonamiento de las arenas,
resistiéndose a ser devoradas
por las insaciables olas
y mar adentro vomitadas...
El poeta se sentó a su escritorio
y blandiendo la pluma escribió:
¿Sabes, Maestro? Poesía es... Todo.

© María José Rubiera

 

jueves, 14 de enero de 2016

¿Qué es poesía...?

 
Registraba el minutero
el algente suspiro de la madrugada
–tanto más agonizante
cuanto más renace el alba–,
el postrero estertor de una jornada
infecunda para el poeta:
otra noche en blanco, y un sinfín de versos
yaciendo sobre la mesa,
destacando por su imperfección.
Él, que hasta una hoja muerta
le era fuente de inspiración,
él, que enjaezando la pluma
cual jinete a su corcel,
asistido por su Musa
la deslizaba por el papel,
dotando de voz las palabras:
una voz dúctil, plástica... tan vibrante
por la intensidad con que se expresaba
que hacía se tambalease
el minarete del alma.
El poeta, sobrecogido
por la ausencia de su estro
–a saber en qué tundra perdido–
rememoró los comienzos
de su singladura poética:
"¿Qué es poesía, Maestro?",
le había preguntado a su mentor,
y escueta la respuesta:
"Poesía es Sentimiento..."
Apremiada por la aurora,
desflecados sus caireles la luna
ingrávida, vaporosa,
no fue sino un punto tenue
en la elíptica celeste...

© María José Rubiera



sábado, 2 de enero de 2016

El éxodo del Amor


Ávido el Amor
de nacientes amanecidas
como vulgar malhechor
a campo traviesa huye
del fuego que reducido a ceniza
no caldea el corazón,
de la tea que se consume
antes de ser encendida
y manantial de pasión
ansioso de aguas tibias
fluye por resbaloso sendero:
¡qué frías las lunas frígidas
que le salen al encuentro!
Discurre el Amor
ladera abajo, zigzagueando,
tropezando en cada china,
en el lodo resbalando:
¡qué soledosa la estrella
que se desdibuja arriba!
Interrumpe el Amor
el periplo emprendido
y obrando en sus manos arcilla
a golpe de escoplo y martillo
esculpe una estatuilla
que le procure calor.
¿Se arrepiente el Amor
de haber emprendido el éxodo?,
mil y una veces: ¡nunca!,
ni siquiera cuando
dejando caer el aldabón
de la sitiada fortaleza
el espantoso clamor
del guardián de la puerta
le instara a alejarse de ella.
Estima el Amor
que no existe lugar en la tierra
donde él no tenga cabida
y entornados los párpados,
la mente en vigilia
ve que la tétrica sombra
edita el nocturno epitafio
y tendiéndose sobre su tumba
pasa el testigo a la aurora:
amanece... en loor del Amor.
Amanece,
en la ribera la voz
de una pizpireta alondra
atrae la atención del macho,
y todo, de nuevo, concurre en la isla:
instantes de gloria, derrotas,
farisaicas promesas,
prosaicas desidias...


© María José Rubiera