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miércoles, 14 de diciembre de 2016

Ausente...

Me encantaba el dinamismo
con el que abordabas el día a día,
la vitalidad y el optimismo
con que hacías frente a la vida.
Me encantaba tu risa contagiosa:
verbenera tarantela
amenizando mis horas;
las fulgentes chiribitas
que en tus pupilas rielaban
cuando de amor hambriento
el cortejo comenzabas
–infructuoso cortejo,
dicho sea de paso,
pues me recuerdo diciendo–:
"¡Tate...! Modera tu apetito, cariño,
o deslízate por la pendiente
si ese es tu máximo anhelo,
pero no me deslices contigo:
temo correr el riesgo
de caer rendida en tu celo,
en el desliz embriagarme
con el licor de tus besos."
Sí, querido, me encantabas,
porque estabas presente... de continuo,
dinamizando la casa
con tu talante festivo,
a la espera de caricias
que amartelasen el nido...
Ahora, vida de mi vida,
te me figuras al margen
de la noria que gira y gira
y en su rotar incesante
se determina exhaustiva.
Te me figuras ausente,
ausente de cuanto ansiabas,
ausente de ti mismo... a veces,
como si te fuere crucial
escindir tu sombra parda
y desnuda la individualidad

conocerte tal cual eres...

© María José Rubiera

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