Porque mudo es el silencio
y si mudo... el silencio no habla,
al silencio confía sus secretos,
y desgarrado ya el velo del alma
el silencio sabe del sueño dorado
que años atrás confinara
en un glauco relicario:
glauco... como la esperanza;
y confidente el silencio
asume sus yerros y sus lágrimas.
Y hermanado con ella el silencio
se le instala en la mirada
y manifiesto se expresa
en sus pupilas meladas:
meladas... como la miel;
se manifiesta en su sonrisa opaca,
en sus gestos, en su piel,
en la indolencia de sus manos,
en sus descalzos pies
que pudiendo ser alados
por la arena se deslizan
taciturnos, fatigados...
Y adondequiera que vaya
la persigue el silencio,
expedito el silencio la acompaña:
lo lleva siempre enredado
en el muaré de su enagua,
en la tenue muselina
de su blusa y de su falda...
© María José Rubiera
© María José Rubiera
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