La tarde languidecía,
estableciendo el límite
entre la noche y el día,
cuando ambos determinamos
abandonar tierra firme,
navegar por separado
y bogar a la deriva.
Emprendimos la travesía
a merced de la galerna
que iracunda golpeaba
tu embarcación... y la mía.
Y continuamos remando
sin saber a ciencia cierta
hacia dónde nos llevaba
la cegadora tormenta.
Arribaste al sur; yo, al norte,
desnudos, sin pertenencias.
Habíamos arrojado
por la borda el cofre
de las mutuas vivencias:
gratas en su mayor parte;
otras, aciagas, funestas,
y no obstante personales..., nuestras.
© María José Rubiera
© María José Rubiera
6 comentarios:
Hay circunstancias que se asemejan a un naufragio,sí...Pero en el tiempo aparece algún tablón salvavidas...
Me ha gustado mucho.
Saludos de tiempo
El amor a la deriva primero necesita una isla desierta, luego ya veremos.
Un abrazo Mª José
Cuando el amor se va a la deriva, es mayor el esfuerzo. Excelente
Un abrazo
preciosos y sentidos versos
con todo mi cariño vengo a verte ...te deseo feliz noche y mejor amanecer de mañana
besinos
Marina
Amiga María José:bonita poesia con abundancia de imágenes, formidable rima y candencia y agradable lectura.
No sé por qué no me entero cuando publicas tus versos tengo que entrar en tu blog al azar.
Besinos
Vaya... muy hermoso María José, aunque se ve triste arrojando los recuerdos y yendo cada uno a un lado, pero me temo que así ocurre y mucho más de lo que quisiéramos. Es una interesante comparación.
Un beso, amiga, espero que estés bien :) ¡Sigue así!
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