"...Y Scheherazada,
aquella primera noche,
empezó su relato..."
(Las mil noches y una noche)
Mil noches y una noche
necesitó Scheherazada
para ganarse la voluntad
del implacable sultán.
Siete noches necesitaremos,
siete...
para reencontrarnos
y mirarnos frente a frente,
y si de voz despojados
que las miradas expresen
si aún nos reconocemos.
Siete noches ininterrumpidas,
siete...
¿por qué siete noches
y no ocho o nueve?,
por ser el número de la suerte, tal vez,
quizá por nada en particular... ¿o sí?:
siete noches tiene la semana,
y a lo largo de su acontecer
no dejo de pensar en ti;
siete noches insomnes...
aderezadas de añil.
Siete noches trajinadas,
siete...
para empacar las usanzas
que por lo regular hacen leyes,
y junto con los criterios estrechos,
pensamientos trasnochados
y demás incongruencias
conformar la mezcolanza
a desembarcar en el grao
de la ineluctable ausencia.
Siete noches... sólo siete,
y después
que de azul se pinte el cántaro celeste,
y después...
© María José Rubiera
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