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viernes, 25 de septiembre de 2015

Achares

En la quietud de la noche constelada,
la densidad del silencio
pesando sobre la almohada,
en los umbrales del onírico predio
mi incorpórea y pálida alma...
intimando con todo tipo de espectros,
soñé... ¡ay amor! me resisto a darte achares:
de ti mismo tendrías celos
si con todo lujo de detalles
te describiera tan erótico sueño;
los tendrías de tus pórfidos labios,
de tu piel, de las yemas de tus dedos.
Los tendrías del cendal
que me rozaba los senos,
de la sonata otoñal
que me dedicó ex profeso el viento...

¡Qué cumulo de sentimientos
y cuán fugaz lo soñado,
tanto que apenas si alcancé a asimilarlo!

Ojalá esta misma noche,
abatidas las pestañas,
las manos sobre el embozo
de las sedosas sábanas
me sea dado soñar de nuevo
–da igual si en blanco y negro o sepia–,


y que las escurridizas arenas 
de los relojes del tiempo
me retrotraigan al instante
en que hubo lugar "el sueño".

© María José Rubiera

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