En deuda estaba con ella...
Le adeudaba
tender una pasarela
desde lo viable hasta el corazón,
dejar sin rizos la fuente,
tintarlos de amor novicio
y con los mismos,
a más de mixtura de besos,
enaltecerle la frente.
Ser de su feudo bastión,
de sus sueños camarlengo.
ser neófito en el amor,
de su locura contagiarse
(sacra vesania la suya,
loable chifladura aquella
que pinta hilachas al sol,
a las nubes florituras,
trenzas a las estrellas,
lunares a los luceros).
Enajenarse a su vera...
de nuevo.
© María José Rubiera
© María José Rubiera
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