Sobre cuarzosa arenisca,
entregados a sí mismos,
se arrebatan los amantes
en las márgenes del río.
Él, masculino... aún no ahíto,
reclinada la cabeza
en el seno femenino;
recostada en la ribera,
etérea, principesca... ella:
un chal de esporas musgosas,
negligentemente liado,
enmarca sus armonías,
ornan su dermis lechosa
tres ramilletes de lilas;
de lilas es la pulsera
que ocia en su frágil muñeca,
en el cabello una cinta
de aliso, melisa y
yedra,
a juego con sus pupilas,
en su abstraída mirada... ¡ay!,
un torbellino de ausencias.
clama él turbado; y abatido:
“Si bien estás a mi vera
siento que no estás conmigo.”
“Distante me hallo, amor mío:
comulgando con el agua,
platicando con las piedras...
conversando con el río.”
© María José Rubiera
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