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lunes, 19 de mayo de 2014

Instantánea


Del ahora somos pasajeros,
y del después somos… ¿nada?
Excepto de la partida inicial
y la postrera parada
del expreso en que viajamos
tenemos certeza de… nada;
lo único plausible al entendimiento
es que todo perdura… nada,
que en el transcurso del viaje
todo se desfigura y desvanece:
la baliza reflectante,
los paisajes divisados,
el álamo itinerante,
los ortos y los ocasos
que vertiginosos pasan…

Lo máximo permitido
que nos es dado saber
es que en absoluto sabemos
el porqué de ser y dejar de ser.
Tal vez debido a lo mismo
es por lo que distraemos
la desazón de lo incierto
con efugios encaminados
a congelar el momento:
el cortejo de un pájaro,
una flor, un insecto,
la pataleta de un niño,
un estrechón de manos,
una carcajada, un guiño...
Objetos, personas, flora, fauna
figurando en acartonados fotogramas:
perpetuidad del instante.
Pero… Y el alma,
¿qué le pasa al ser fotografiada?,
¿será cierto que un trocito de ella
se queda atrapado en cada instantánea…?

© María José Rubiera

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