Llegaste,
con aires de roble recio
en los pausados andares,
con tu norteño gracejo
a modo de bandolera,
dispendio trovadoresco
y lírica gitanesca
en el forro del zurrón;
en tus venas de poeta,
la anhelosa pretensión
de culturar en mis mares
nacarinas madreperlas.
No me interesó saber
si eras soldado, adalid,
soberano destronado,
ilota desposeído
de derechos ciudadanos...
Y fuiste procesionaria
deglutiendo la pineda
que ensombrecía mi hacienda,
un ahora sin el antes
que se traducía pavesa,
un promisorio presente,
infinitud en esencia.
© María José Rubiera
© María José Rubiera
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