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domingo, 12 de enero de 2014

Al desgaire

Sabor a mandarina,
 tenía el beso que me trajo el aire.

Era un beso tuyo
que, habiendo huido
de tus posesivos labios
con absoluto descuido,
ejerciendo su albedrío
como si tal cosa,
al desgaire,
en la orilla de mi boca
buscó estacionarse.

Escaso tiempo lo disfruté;
 conforme llegó se marchó:
despreocupado, expedito,
cimbreante cual hoja de támara,
por el maestral impelido
a heredades lejanas.
Y no he vuelto a gozar de su favor.

Sospecho que contigo…
tampoco volvió.


© María José Rubiera




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