En el rapaz yacimiento,
entre el grisú purulento
y la antracita atezada
entona el joven minero,
al son de ficticia gaita,
una canción asturiana.
Es el temor ceniciento
alojado en su garganta
quien lo exhorta, cicatero,
a escudarse en la tonada.
Y es su trova la piqueta
que va agrietando la veta,
y sus ojos luminarias
que deslumbran al recelo
emboscado en las pestañas.
Y piensa en las cuatro xanas
aguardándolo en la casa,
en la seductora esposa
a quien le entregara el alma,
en confitura de moras,
arándanos y manzanas.
© María José Rubiera
© María José Rubiera
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