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jueves, 1 de noviembre de 2012

Sedeña

Se dilató el útero de la sombra,
ora una contracción, ora un respiro,
un lacerante dolor,
otro más y otro seguido
hasta alumbrar la lívida aurora.
Nosotros, sin haber dormido
(a dormir se resiste el amor),
al alumbramiento asistimos,
asomados al balcón.
 
¿Recuerdas? Era pleno invierno,
diadema blanca lucía la montaña,
los témpanos pendían del alero,
la ciudad desierta estaba,
ni las vocingleras urracas
ni los gemidos del viento
osaban transitar la mañana.
Mas no acusábamos la gelidez,
ni tan siquiera reparábamos
en no enfundar más veste
que nuestra sedeña piel.

© María José Rubiera

6 comentarios:

FIBO dijo...

Cuando de llega a esas formas de amar...todo lo demás no tiene importancia.

Muy bonito.

Un besote preciosa.

jose maria criado lesmes dijo...

Amiga María Jose; noche de pasión, pero cuidado con las neumonías
Besos

Carmen Silza dijo...

Que poema más hermoso María José, felicidades, uff! que bello, la montaña lucía diadema blanca, que bonito lo has dibujado. Un beso , y que tengas un lindo fin de semana.

MarianGardi dijo...

Tus bellos versos siempre a flor de piel.
Cariños y abrazos

La Gata Coqueta dijo...

Los témpanos pendian del alero y de dos almas el sentimiento de los seres enamorados de la vida contemplando el despertar de la aurora...

Un abrazo de blancas diademas que adornan las cumbres del sielencio.

Atte.
María Del Carmen

Gabriel Cordears dijo...

Cada amanecer es un parto sangriento, una manera de dolerse de pasión, piel a piel la noche nunca es eterna.
Maravilloso
Besos poeta!