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domingo, 28 de noviembre de 2010

La figulina

Tic... tac..., tic... tac...
Inexorable, el segundero avanzaba,
señalando absoluta precisión;
en tanto, el cuclillo se desperezaba
para llevar a cabo su misión: 
apenas unas décimas de segundo 
para desembarazarse de la indolencia, 
acicalarse y mostrar su faz al mundo, 
obediente al artilugio de la esfera. 
Tic... tac..., tic... tac... 
Por fin, la hora bruja llegó: las doce, 
doce de la noche signaban las saetas, 
impulsadas por efecto del resorte; 
el cuco cantó y se cerraron las puertas. 
Una vez acallada la avecilla del reloj, 
en respuesta a una especie de consigna, 
la tienda del anticuario cobró vida: 

el duendecillo que habitaba en el boj, 

 ocas, enanos, búhos, reptiles, ardillas, 
el polichinela: cosas muy antiguas. 
Empero, la joya de la vitrina
era una deliciosa bailarina
que a la hora citada efectuaba un ritual
sobre nacarada caja musical;
adorable y delicada figulina,
nívea, de exquisita porcelana china, 
de dulce y candoroso rostro aniñado 
y armonioso cuerpo, con tul ataviado. 
El polichinela la amaba en secreto, 
con un amor tardío, propio del sosiego 
de ajado títere que se siente viejo, 
y no alberga esperanza de comienzo. 
Tic... tac..., tic... tac... 
Una aciaga tarde, apareció un extraño 
de índole malvada, ruin, bestia, zafio, 
que llegó a un acuerdo con el anticuario;
de la bailarina se había encaprichado.
En silencio, el polichinela lloraba,
el corazón y el alma rotos de pena;
era sabedor, por su vasta experiencia,
que en cuanto hubiera satisfecho el capricho,
aquel hombre condenaría a la amada
a danzar sin tregua ni respiro;
sin descanso accionaría el mecanismo
hasta volverle el cuerpo quebradizo.
Tic... tac..., tic... tac...
Implacable, el tiempo su andar continuaba,
ajeno a la desdicha, al llanto, al dolor;
en tanto, el cuclillo se desperezaba
para llevar a cabo su misión.

  

© María José Rubiera

5 comentarios:

María José Rubiera Álvarez dijo...

Lo siento, guapísima, no era mi intención entristecerte y mucho menos hacerte llorar. Gracias por el comentario. Yo también te quiero muchísimo.

PRINTOVA dijo...

María, bello poema amiga, es como un cuentecillo, te deja tristeza al sentir el final que tendrá la frágil bailarina en tan viles manos. Me gustó mucho amiga, estás historias en las que por un momento vuela la imaginación y te adentras en ella, como cuando éramos pequeñas y quedábamos embobadas escuchando cuentos y admirando esos mundos fantásticos.

Muchos besotes amiga.

El Mar...Siempre el mar dijo...

Me encantan los cuentos que tienen una bailarina de protagonista. Una figurilla encerrada en una caja que danza sin parar hasta que el mecanismo se agote muchas veces aunque salvando las distancias me parecian como aquellos animales castigados al giro incansable de la noria, son distintos sí pero,,,ambos giran y giran.Pobre polichinelas casi siempre es el perdedor. Conozco esa sensación.
Preciosa la musica.

Te sigo...si no te importa

Mi mejor sonrisa para ti.

María José Rubiera Álvarez dijo...

Gracias a todos por vuestros comentarios. Es muy satisfactorio sentirse arropada por tan gentiles amigos. Besinos.

elvencejodemieresduerme dijo...

Hola querida María José!:

De verás pensé que te había hecho un comentario en este bonito cuento poético.No sé,como casi no tengo tiempo para el ordenador,tendría la idea pero igual hasta se me olvidó.

Qué decirte corazón que ya no sepas tu?este es un poema para todas la edades,te pareces a mi querido cuentacuentos Andersen.Te admiro.

Un besito cariño.

Muaky

Carmen