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martes, 10 de febrero de 2015

Soñador

 

Oscurecido, nevoso,
sin tráfago que anotar
por ser todavía bisoño
se manifestaba el día.

Y allí, a la vera del mar
el hombre que sustentaba
 la diurna fantasía
 de la fortuita espectadora.
Ajeno al erotismo
que irradiaba su piel,
al magnetismo que desprendía,
provocando en la mujer
el ansia de ser poseída,
la avidez de poseer,
ensimismado en sí mismo,
atrincherado en su concha
de intimidad y mutismo
el contemplativo soñador
taladraba cual vigía
el embarrado horizonte,
queriendo ver más allá
de la compacta calima
otros cielos... otros orbes,
actualizados anuarios
que registrasen al detalle
afectos que fueron lisiados
por objetar conciliarse
con léxicos inapropiados.
Y la ocasional observadora
supo, o más bien intuyó
que habiéndose extraviado
por las rúas de la niebla
rehén sería de las olas,
y de sirenas ofrenda.

© María José Rubiera





 
 

 
 

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