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jueves, 13 de noviembre de 2014

Tiempo de amar... Tiempo de existir


Parsimoniosas,
se me hacen las horas que vivo sin ti,
mortecinas...
como el tiempo que se vive sin vivir.
Subrayo la soledad
del frontispicio celeste,
y puesto que la soledad se presta
a intrínsecas cavilaciones
y aventarlas lejos pretendo,
de la soledad extraigo
lo conspicuo que ofrecerte:
el fuego que en mi alma arde,
el arrojo que mi cuerpo siente.
En soledad escribo,
a solas con la osadía
que me procura el miedo
y la audaz temeridad
que hace madurar el verso.
Escribo...
puntualizando momentos
–insignes para la memoria,
someros para el universo–
en que haciendo dispendio de labia
sacabas a colación
mundanales petulancias,
y con divisa de ilustre
campeando en la solapa,
óleo de aceituna bruna
en el piropo enunciado
me robabas el sentido,
el reposo me afectabas.
Momentos...
en los que con brío exorcizabas
los maledicentes vientos
que en nuestro ámbito rolaban.

© María José Rubiera
 

   

 

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