Querido depositario de fatigas cotidianas:
Nada azaroso que detallar en tus
páginas.
Al igual que en jornadas
precedentes a la que nos ocupa, laxo, sin incidencias inquietantes me ha fluido
el día, lo cual me sorprende ya que resulta ajeno a lo compilado por la memoria
a lo largo de mi existencia. ¿Será que el Destino –miembro honorífico de la
Gran Timba Universal– ha considerado tomarse un periodo de asueto, o por el
contrario se está empleando a fondo en urdir jugadas maestras con que
sorprenderme? Me inclino a pensar que más bien se debe a lo último. Si al menos
me fuera dado saber con antelación cuándo y cómo, en detrimento de mis
intereses materiales y anímicos, trama valerse de los ases que oculta en la
manga… Pero imposible me es vaticinarlo.
Absurdo es asimismo pretender
sustraerse a la multiplicidad de formas con que actúa, y socava el espíritu.
Nadie hay tan camaleónico. A capricho se torna esmeraldino de ilusoria
esperanza; escarlata como llamarada de dragón, endrino-soez cual pensamiento reprobable…
Y así hasta lo inimaginable e inmensurable. Nadie análogamente facultado en
garabatear guiones dramáticos, con sus ineludibles nudos y desenlaces –de costumbre
insufribles–, y dirigirlos a su antojo.
Concluyendo: En base a los
antecedentes que obran en su curriculum
vitae, conveniente me será comenzar a fortificarme y estudiar el modo de afrontar
con arrestos los envites que me tenga preparados.
Hasta aquí mis
confidencias, mi preciado amigo. Mañana será un nuevo día en que fiarte mis luces
y mis sombras. Gracias, por ser testigo silencioso de mi intimidad.
D. D. Por cierto: se me pasó por alto anotar que de verme forzada a redactar el panegírico del Destino, no sería precisamente elogioso sino más bien denostador.
© María José Rubiera
D. D. Por cierto: se me pasó por alto anotar que de verme forzada a redactar el panegírico del Destino, no sería precisamente elogioso sino más bien denostador.
© María José Rubiera
No hay comentarios:
Publicar un comentario