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viernes, 24 de marzo de 2017

Anverso y reverso

Algún día...
Sí, algún día,
efectuado el recuento
de las décadas perplejas
que en absoluto jugaron
baza alguna a favor vuestro,
del tiempo mal conjugado
que ni siquiera figura
"yerro del vocabulario",
de las palabras agudas
que a fuerza de desgastarse
se trocaron en virutas
enojosas, rechinantes...
Habiendo tomado conciencia
de que nada es perpetuo
y cuanto nace perece,
que el nacimiento y la muerte
son el anverso y el reverso
de una utópica moneda,
algún día...
Sí, algún día querrás
desandar lo trillado,
abatir la rotatoria puerta
en que atorados los años
se te fueron suicidando
y, aunque harto irrealizable,
rescatar las primaveras
de las inclementes fauces
en las que el hastío impera...
Algún día... Sí, algún día
evocarás la orquídea

que jamás cultivaste.

© María José Rubiera

martes, 14 de marzo de 2017

Hipnagógica

Se proclamarán las doce
en el ágora del cosmos
y como todas las noches
irrumpirás en mi onírico universo.
Se nublarán las linternas
y guardián de mis sueños,
paladín de mi esencia
te expresarás... sin palabras.
Verboso el silencio por ti hablará
de psyché –noctívaga mariposa–
y sus nocturnas andanzas,
del riesgo que entraña intimar
con los entes de la noche,
del peligro que supone
frecuentar la oscuridad.
A punto de rayar el orto,
tu alter ego dirá:
"Nos vemos mañana... de nuevo.
¿Ves aquella constelación
con apariencia de W...?
                                                 –Casiopea... según los astrónomos–
                                                       Pues bien: coincidiremos allí."
No veré constelación alguna
–mi psiquis sólo te verá a ti–
y negaré con los ojos del alma.
A maitines convocarán las campanas,
malvavisco blanquecino
la aurora... se personará
en el alféizar de la ventana,
y desbaratado el sueño
–castillo de naipes... expuesto
al roce del aliento–
aventaré la arena cósmica
incrustada en mis ojeras,
y desprendidas las legañas
regresaré a la vigilia...
a mi orilla desvelada.

© María José Rubiera

jueves, 2 de marzo de 2017

Siempre la misma... Siempre distinta

Siervo del movimiento,
el Mundo gira... y gira
impávido, impertérrito,
y reiterados los ciclos
la muerte indulta a la vida.
Exenta de correctivos
la vida postula por la vida
y en el libro figurativo
donde se narra la vida
–siempre nuevo y siempre el mismo–
la primavera se declara: "invicta."
Efluvios primaverales
exhala la viajera brisa,
los descamisados árboles
tejen verdosas camisas.
Los orbes siguen girando,
y mientras los orbes giran
la tarde va declinando:
el cielo es ascua rojiza,
rojiza... como la sangre
que por mis venas transita.
 










 
Y prendida la mirada
en el halo llameante,
la visión distorsionada
por el ocaso flameante
le pregunto al Universo
si arriba, en las alturas,
hay mundos por descubrir,
afectos que alimentar,
otras vidas que vivir...
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Ajena a las desdichas,
indiferente la Tierra
–siempre la misma y siempre distinta–,
rigorista, gira... y gira.
 
© María José Rubiera