Buscar este blog

miércoles, 25 de enero de 2017

Entre los álamos

 
Te vi,
ayer,
en la alameda...
Caminabas cabizbajo,
la luz del atardecer
incidía en tu cabeza,
matizando tus cabellos
con ambarinos reflejos.
Se te veía abatido,
roto –quizá– por dentro,
absorto –tal vez– en la tarea
de dirimir conflictos
con pensamientos complejos,
digiriendo –sospecho– el lance
que conduce al terreno
de lo irreconciliable.
Pensé en echar a correr,
hasta lograr darte alcance,
y fingiendo un fortuito encuentro
decirte que los recuerdos
no son sino esqueletos
de pretéritos perplejos
que soterrados en la mente
apetecen de cuando en cuando
considerarse modernos,
si bien no por ello
–por más que les pese–
dejan de ser pretéritos.
Lo pensé... por un momento
–el firmamento es testigo
de que en absoluto miento–,
pero tu sombra maltrecha
se me fue adelantando,
extraviada tu silueta
entre los álamos hueros...
 
 
te fuiste desdibujando.
 
 
© María José Rubiera

domingo, 15 de enero de 2017

Más allá de la lujuria...

Por más que tu mirada felina
estudie cada uno de sus gestos,
como si cada uno de ellos
fuese un enigma a resolver...
Por más que tus melíferos besos
endulcen el perfil de su boca
y tus labios indaguen su cuerpo,
hasta hacerla estremecer...
Aun presumiéndote albacea
de sus duelos y sus gozos,
no sabrás quién es la extraña
que ahora pernocta en tu alcoba,
porque ni ella se conoce a fondo.
¿Cómo podría conocerse
si cada día se siente otra
y por ende diferente
de la que otrora amaneciera
pegada a ti... a tu vientre,
de aquella que cual lluvia necia
irrigara el Jardín de los Deleites,
hasta hacer que floreciera?
¿Cómo... si en todo difiere
de aquella flexible espiga
que acatando la orden del viento
se prestaba a ser acamada
y por consiguiente vencida?
¿Cómo... si cada día registra
las horas que la separan
del día que se avecina...?
 
© María José Rubiera
 
 

domingo, 1 de enero de 2017

Sinfonía marina

Si tú supieras, mar de mis desvelos,
la sensación que me embarga
al escuchar el gemido
que brota de tus entrañas,
la emoción que experimento
cuando en época invernal,
a la espera de irradiar
el postrer rayo del día
en el mainel de un edificio
el hijo de Perseo declina,
y esclarecido el frontispicio
la simetría especular
del horizonte marino
refringe el haz crepuscular...
Si supieras cuán hechicera eres,
tanto que hasta las gavinas,
acusando el hechizo que ejerces,
en el roquedal se paralizan.
Tan sibilina que no pocas veces
me he preguntado si serás Circe
reencarnada en salina agua
o, dado tu andrógino género,
el homérico y divino Ulises,
buscando con desespero
el modo de arribar a Ítaca.
Y predispuesta a pensar
pienso en la fiel Penélope,
afanándose en el telar,
entretejiendo y destejiendo
el tapiz de los ensueños.
 

En aras de la opacidad
la inverniza tarde expira,
escasos son los viandantes
que embutidos en pellizas
osan transitar la playa;
yo, situada en la baranda,
continúo embebiéndome
de sinfonía marina...

© María José Rubiera