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lunes, 25 de abril de 2016

Hubo un tiempo... (II)

Hubo un tiempo... en el cual la luna lloraba
y de terciopelo negro
su blanca tez ataviaba
y contrita, precisando de consuelo
por el cielo deambulaba,
y las nubes fueron su pañuelo
y las nubes la consolaban
y las nubes hicieron de cántaro
a rebosar de lágrimas
y las nubes –improvisado cedazo–
por ríos, lagos y océanos
desparramaban el llanto...
Tú seguías embadurnando de añil
las hojas del calendario,
y entregados ambos al frenesí
de reconocernos y amarnos,
yo en ti y tú en mí,
piel con piel, labios con labios
transcurríamos abril,
y de las manos se nos escurría el tiempo
y el tiempo se nos adelantaba
y devastador el  tiempo
nos decoloraba mayo
y junio... y el azur del calendario
se te emborronó de gris...
 
Hubo una dorada época...
en la cual sólo existíamos
tú, yo y la primavera.
 
© María José Rubiera

jueves, 21 de abril de 2016

Hubo un tiempo...

Hubo una época en la cual
embadurnabas de añil
las hojas del calendario...
de resultas que primavera ideal
las cuatro estaciones del año,
en nuestro cómputo anual
no constaban otros meses
que el marzo soliviantado,
el depurador abril,
el mayo concupiscente,
el junio recolector;
y del mismo modo que el rocío
se vierte sobre la flor
del perfumado alhelí,
y no violenta su albor
ni mancilla su misterio,
así tus besos en sazón
calaban mi ministerio...
El brebaje del amor
humectaba nuestra abadía,
el uno en brazos del otro... en silencio
veíamos adelantarse el tiempo,
y tan rápido corría
que pasaba por alto detenerse en el verano,
en el otoño... en el invierno;
y el tiempo se detenía
en los linderos de abril,
y temeroso del tiempo
exclamaba el colibrí:
"¡A saber qué hará conmigo!"
 
Hubo un tiempo idílico... azulado,
en el cual me asegurabas
que el invierno sólo existe
para el ser que nunca amó
y jamás ha sido amado...

© María José Rubiera
 
 

lunes, 11 de abril de 2016

Un tranvía llamado vida


Cerrar los ojos,
y pensar
en la transitoriedad
de este tranvía llamado "vida",
y preguntarse:
¿A qué obedece tamaña celeridad?,
¿hacia dónde se encamina?,
¿en la infinitud de cuál vía
ha proyectado estacionarse?,
las almas de las anémonas
¿en qué andén habrán de apearse...?
Y sin obtener respuestas
continuar empero el viaje,
sin dejar de preguntar
¿por qué?
¿por qué evoluciona la espiral
y alrededor de qué gira  
cuando del punto se aleja...?
Viajar... viajar forzado:
un pie en el estribo
de la ortodoxa realidad,
el otro en el de la fantasía;
viajar... viajar... ¿hasta cuándo...?,
¿hasta cuándo mi  rosa con su rosa
y su rosa con la mía?,
¿hasta cuándo el guiño solar,
fermentando las uvas de la ira...?
Viajar... viajar... viajar
y a falta de respuestas plausibles
no cejar en preguntar...

© María José  Rubiera