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lunes, 30 de noviembre de 2015

Memorándum

Aplacada la convulsión de las olas,
ancladas en el silencio
las algas y posidonias
–como en la noche de los tiempos–,
yerta en la arena la espuma,
la ecolalia de las caracolas
asorda al mar y a la luna:
"Corría la era de Maricastaña
cuando el docto demiurgo
anotó en la espiral de las ostras
–un memorándum de nácar–
el natalicio y el óbito del mundo",
repiten una y otra vez, machaconas.
Varado en mitad de la playa
el flemático cangrejo,
experto en flujos y reflujos,
viendo imposible el retroceso
pasible la pleamar aguarda.
"El natalicio y el óbito del mundo...",
salmodian los berberechos;
en frecuencia modulada
por el global varadero
la salmodia se propaga,
y vigente continúa el salmo.
La vida, empero, se sigue escribiendo;
pero, ¿hasta cuándo...?

© María José Rubiera

sábado, 21 de noviembre de 2015

El año de las mariposas




Emerge de las tinieblas
el aljófar del recuerdo:
perla blanca, perla negra,
perla nata, perla engendro.
De evocaciones sedienta
a la evocación me asgo
y sobre papel vitela
tu silueta voy trazando.
Y colmo de la reminiscencia
soy orquídea evocando
el limonado labelo,
soy élitro de libélula
en tus alas reposando
–aladas eran tus manos–.
Y te evoco... y te evoco,
y evocarte es evocarme devota
de los acuosos besos,
dotados de transparencia,
que desgranaste en mis rosas.
Evocarte es evocar
la segunda adolescencia,
el año de las mariposas...
 
© María José Rubiera



 

domingo, 15 de noviembre de 2015

La Noche de los Crisantemos...



Imagen de la Red



Demencias del pretérito,
delirios del presente:
combustible y fuego,
agua y aceite.
Sobre la arena del ágora
lirios inocentes,
rosas ultrajadas,
sepulcros hirientes:
¿por fuerza Mefistófeles
ha de bramar siempre?
Sollozan los veneros,
las arpas enmudecen
y cáusticos los vientos:
"Todo es transitorio..."
"No todo", asevera el recuerdo,
y asertivas las fuentes,
iterativos los ecos:
"La Noche de los Crisantemos..."
 
© María José Rubiera

jueves, 5 de noviembre de 2015

Desde la atalaya

Más allá de ti, amor mío, ¿existe algo...?
Nunca he tenido certeza de ello
y nunca me importó averiguarlo,
nunca... hasta sentirme acuciada
por la necesidad de saber
si hay vida al otro lado.
Desde la pétrea atalaya,
hasta donde la vista alcanza
escudriño cuanto me rodea:
escueta en matiz la raya
que mar y cielo merodea,
sumaria la luz del alba,
esfumada se divisa
la extensión de agua salada.
Parca en sonidos la brisa,
en mis oídos golpean
campanas tocando arrebato,
los zureos de las palomas,
el piafar de los caballos.
A lo lejos, en lontananza,
veo formarse una nube:
de tormenta está preñada;
si bien con forma de querube,
no anuncia sino pesares.
La niebla enceguece la explanada:
silencio en los pastizales,
soledad en los meandros,
oscuridad en los cañaverales,
ceguera en el alma.
A tientas sigo oteando...

© María José Rubiera