Amor
peregrino, amor,
en
respuesta a tu pregunta
te
diré: rara es la noche
que
no irrumpes en mis sueños.
De
no ser por la rapsodia
que
harto madrugadora
de
azulenco hollín tiznara
los
quicios de la ventana,
contigo
estaría soñando.
Y sé reviviré
el sueño
en
cuanto asiente la frente
sobre
la muelle almohada,
pues,
habiendo sido aplazado,
bajo el
cabezal me aguarda.
Si bien
todos los sueños
resultan
incoherentes
éste se
lleva la palma
y el
premio a lo incongruente,
porque,
mi impenitente seductor,
¿cómo
imaginarte presa endeble,
de
musarañas bocado?,
¿cómo
pensarte dividido
si
tenerte entero quiero?
No
interpretes te concibo
objeto
de uso exclusivo
que
la apetencia me alegre:
tenerte
a mi vera quiero,
codiciando
seas tú mismo,
y
en la tibieza del lecho
excitemos
los sentidos
no
una noche, sino ciento.
Así
de meridiano... y sencillo.
© María José Rubiera
© María José Rubiera