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viernes, 25 de septiembre de 2015

Achares

En la quietud de la noche constelada,
la densidad del silencio
pesando sobre la almohada,
en los umbrales del onírico predio
mi incorpórea y pálida alma...
intimando con todo tipo de espectros,
soñé... ¡ay amor! me resisto a darte achares:
de ti mismo tendrías celos
si con todo lujo de detalles
te describiera tan erótico sueño;
los tendrías de tus pórfidos labios,
de tu piel, de las yemas de tus dedos.
Los tendrías del cendal
que me rozaba los senos,
de la sonata otoñal
que me dedicó ex profeso el viento...

¡Qué cumulo de sentimientos
y cuán fugaz lo soñado,
tanto que apenas si alcancé a asimilarlo!

Ojalá esta misma noche,
abatidas las pestañas,
las manos sobre el embozo
de las sedosas sábanas
me sea dado soñar de nuevo
–da igual si en blanco y negro o sepia–,


y que las escurridizas arenas 
de los relojes del tiempo
me retrotraigan al instante
en que hubo lugar "el sueño".

© María José Rubiera

martes, 15 de septiembre de 2015

Otoño

 
Con sus polainas cobrizas
y desnudo de bochorno,
en la talega semillas
de niebla y de llovizna,
se asienta el dorado otoño
en la eterna Aldea Perdida...
eterna: así la soñó el literato,
así la sueñan mis ojos
al avistarla desde el altozano;
así las migratorias ánades
que anidan en los pantanos
de Rioseco y de Tanes,
así las truchas plateadas
que frecuentan el río Alba.
 
El otoño arribó a mi tierra...
 
Aunque, mucho más que otoño,
para ti y para mí... para ambos
y para el amor que se despereza
de un letargo de cien años,
será ambarina primavera.
Lo será para las hojas
que del árbol se desprenden
y, si bien efímera la dicha,
gozándose en su albedrío
pretenden alcanzar el cielo,
para la xana hechicera
que a poco que te descuides
te hipnotiza para siempre,
para el anodino poeta
que aspirando a ser célebre
se afana en pulir sus versos
y hasta las pestañas quema...
 
Automne... autunno... autumn... otoño:
qué importa cómo te digan,
lo que en verdad interesa
es que, a semejanza del oro,
eres precioso... en esencia.
 
© María José Rubiera
 
 
 

sábado, 5 de septiembre de 2015

Cormorán tenorio (soneto)

 
Llegaste, un tórrido agosto, y retoño
que busca alojarse en la fresca umbría
acomodo hallaste a la vera mía,
solaz... en mi solazoso madroño.
 
Mas cormorán tenorio tú... gazmoño,
atento al reclamo de otra bahía,
prendado de la luz del Mediodía
te irás... al amortajarse el otoño.
 
Sin ti, sombrío se me hará el Adviento,
y la sombra... más sombra cada día
de agravio vestirá mi firmamento.
 
Se intensificará el tiple del viento:
que rompa el mutismo del alma mía,
el inicuo flujo del pensamiento.
 
 
 © María José Rubiera