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lunes, 14 de diciembre de 2015

¡Qué suerte tienen los hombres... ! (epístola en verso)


Mi añorada madrina:
 
Echo en falta tu presencia, la bondad y generosidad que te caracterizaron siempre. Tan lejos te fuiste, para nunca regresar. Tan lejos y tan cerca te presiento no obstante a veces... Es justo en esos momentos que remontándome en el tiempo me traslado a los años en que a escondidas de las gallinas sobaba a los polluelos. Años en que la risa jamás abandonaba mis labios, en que pesar alguno empañaba mis pupilas. Años en los que fuiste mi maestra, mi norte y mi guía.
 
¿Te acuerdas cuando encontrándote indispuesta guardaste cama un día entero...?
"Hoy no voy a poder levantarme, nenina, estoy maluca. Pero no te alarmes: de esta enfermedad nadie muere. Sufro el mal de las mujeres, el mismo que todos los meses padecemos sin remedio. ¡Rediós...! ¡Qué suerte tienen los hombres!, más que si fuesen buenos: ni tienen la regla ni paren ni se ocupan en sonar los mocos de los neños, y raro es que se acongojen... ¿Tienes hambre, mi preciosa? Pues me temo que tendrás que ir tú por algo de comer, porque yo no doy pie con bola. ¡Pero cuida de no caerte por las escaleras! Levantas la tapa de la masera y traes de comer para ambas: pan de escanda, queso, manteca y un bote de melocotón... Ah, y también moscatel que me calme el malestar, pues me viene como mano de santo para este dolor menstrual. ¡Hala! ¡Ve, mi guapísima! Eres más lista..., como las arañas. Pero no te entretengas, nenina, ¡no puede ser que pases hambre!", decías, enfatizando las palabras.
Yo, con mis cinco años recién cumplidos, descendía las escaleras a rastras, golpeando en cada escalón el trasero: tan empinadas eran que si no me andaba lista me peligraban los dientes.
 
Cuántas vivencias almacenadas en el polvoriento desván de la mente. Con qué frecuencia me llegan los ecos del pretérito y cuántas las veces que soñando universos paralelos junto a ti me veo de nuevo. Cuántas noches imaginando si la estrella que surca el firmamento será el vehículo que te traerá de vuelta...

© María José Rubiera

martes, 8 de diciembre de 2015

Véspero

En los pensiles de Hesperia,
la áurea y vanidosa rosa
de halago y mimo sedienta
el flexible tallo inclina
y narcisista, ególatra,
en el chorro de la fuente,
en la gota cristalina
del vespertino relente
su sin par belleza admira.
La franja multicolor
en el sayal de Occidente
se anuncia como el amor,
saetas insidiosas, viperinas,
disparándose anuentes
alcanzan el seno de Véspero,
y cegado de pasión
de la rosa se enamora;
la rosa otrora altiva
a su vera se amodorra
y el terciopelo le brinda:
el holgorio de la feria
un diletante ruiseñor imita.
En los límenes de Iberia,
minuciosa, silente... íntima,
colmada de erubescencia
la lene tarde declina...

© María José Rubiera Álvarez

lunes, 30 de noviembre de 2015

Memorándum

Aplacada la convulsión de las olas,
ancladas en el silencio
las algas y posidonias
–como en la noche de los tiempos–,
yerta en la arena la espuma,
la ecolalia de las caracolas
asorda al mar y a la luna:
"Corría la era de Maricastaña
cuando el docto demiurgo
anotó en la espiral de las ostras
–un memorándum de nácar–
el natalicio y el óbito del mundo",
repiten una y otra vez, machaconas.
Varado en mitad de la playa
el flemático cangrejo,
experto en flujos y reflujos,
viendo imposible el retroceso
pasible la pleamar aguarda.
"El natalicio y el óbito del mundo...",
salmodian los berberechos;
en frecuencia modulada
por el global varadero
la salmodia se propaga,
y vigente continúa el salmo.
La vida, empero, se sigue escribiendo;
pero, ¿hasta cuándo...?

© María José Rubiera

sábado, 21 de noviembre de 2015

El año de las mariposas




Emerge de las tinieblas
el aljófar del recuerdo:
perla blanca, perla negra,
perla nata, perla engendro.
De evocaciones sedienta
a la evocación me asgo
y sobre papel vitela
tu silueta voy trazando.
Y colmo de la reminiscencia
soy orquídea evocando
el limonado labelo,
soy élitro de libélula
en tus alas reposando
–aladas eran tus manos–.
Y te evoco... y te evoco,
y evocarte es evocarme devota
de los acuosos besos,
dotados de transparencia,
que desgranaste en mis rosas.
Evocarte es evocar
la segunda adolescencia,
el año de las mariposas...
 
© María José Rubiera



 

domingo, 15 de noviembre de 2015

La Noche de los Crisantemos...



Imagen de la Red



Demencias del pretérito,
delirios del presente:
combustible y fuego,
agua y aceite.
Sobre la arena del ágora
lirios inocentes,
rosas ultrajadas,
sepulcros hirientes:
¿por fuerza Mefistófeles
ha de bramar siempre?
Sollozan los veneros,
las arpas enmudecen
y cáusticos los vientos:
"Todo es transitorio..."
"No todo", asevera el recuerdo,
y asertivas las fuentes,
iterativos los ecos:
"La Noche de los Crisantemos..."
 
© María José Rubiera

jueves, 5 de noviembre de 2015

Desde la atalaya

Más allá de ti, amor mío, ¿existe algo...?
Nunca he tenido certeza de ello
y nunca me importó averiguarlo,
nunca... hasta sentirme acuciada
por la necesidad de saber
si hay vida al otro lado.
Desde la pétrea atalaya,
hasta donde la vista alcanza
escudriño cuanto me rodea:
escueta en matiz la raya
que mar y cielo merodea,
sumaria la luz del alba,
esfumada se divisa
la extensión de agua salada.
Parca en sonidos la brisa,
en mis oídos golpean
campanas tocando arrebato,
los zureos de las palomas,
el piafar de los caballos.
A lo lejos, en lontananza,
veo formarse una nube:
de tormenta está preñada;
si bien con forma de querube,
no anuncia sino pesares.
La niebla enceguece la explanada:
silencio en los pastizales,
soledad en los meandros,
oscuridad en los cañaverales,
ceguera en el alma.
A tientas sigo oteando...

© María José Rubiera

domingo, 25 de octubre de 2015

Memento...

Piano se interpreta el día
cuando las tristezas cantan
"memento mori, alegría",
y las penas se levantan.
Aterradas las Perseidas
por el fúnebre cantar:
"¿Serán acaso Nereidas
que cantan por no llorar?"
Y rotundas las Niseidas:
"No son sirenas del mar,
las tristezas son ciclones
que anegan los corazones;
son persistentes tormentas
y van minando, sañudas,
el cogollo de la tierra,
y rasgada su cogulla
la delicada corteza
se rubrica surco, arruga,
terrosa y violácea ojera..."
"Son algo más que eso", afirma la grulla:
"Las tristezas son del dolor epicentro,
si principian a cantar
algo se nos rompe dentro,
algo...
¡Dejad de cantar, tristezas... dejad!"

© María José Rubiera

miércoles, 21 de octubre de 2015

El ser que nunca existió

Consultó la abigarrada agenda. "Arduo quehacer me aguarda", se dijo. Y se centró en otros asuntos, pendientes de solución.
De ordinario comenzaba su jornada apenas despuntado el día, nunca sin antes haberse encasquetado la máscara que mostrase el talante apropiado para la ocasión, el papel a interpretar: jocoso, circunspecto, hostil, desprendido... De las múltiples facetas arrogadas, ¿había alguna que se correspondiese con la auténtica? Es posible, pero a saber cuál. A destacar como cualidad, la ausencia de presunción. En absoluto presumía de nada, ni siquiera de sus hechuras masculinas. De hecho, escasas veces se detenía a admirarse en el espejo: ¿para qué si se sabía de memoria, y ésta era infalible? Por otra parte, aborrecía malgastar tiempo y esfuerzo en banalidades que no condujesen a logro material. De ahí que jamás se permitiese distracción alguna. El lema "amasar riquezas, sin importar a costa de qué o de quién ni el precio a pagar por ello", le venía que ni pintado. Ahora bien, estaba orgulloso de su valía profesional y de no conocer rival en las funciones que desempeñaba. Financiero entregado, ejemplar, gozaba de un nivel socio-económico envidiable.
Nada se prestaba a prever que su muelle vida y su forma de concebirla habrían de dar un giro de ciento ochenta grados.
Aconteció una mañana, al despertarse. De inmediato supo que algo no iba correcto: le fallaba la memoria. Apenas si recordaba nada de lo que hiciera o dijera semanas atrás, ni siquiera los detalles más relevantes. Consciente del enemigo que lo acechaba, consideró permitirse un alto en su exhaustiva actividad y dedicarse al hobby que había ido relegando al olvido: la escalada siempre había sido su gran pasión. Hacía años no obstante que se había desentendido de todo cuanto no obedeciera a finalidad lucrativa.
La idea de un descanso se tornó proyecto firme. Una madrugada, una vez realizado el acopio de provisiones, enfundada la máscara destinada al ocio –le era impensable prescindir de encubrirse–, se puso en marcha. Horas después alcanzaba la cima de la montaña. ¡Cuán generosa exuberancia mostraba el valle que desde las alturas se admiraba! Y qué ínfimo se sintió el admirador: una mota de polvo... o ni siquiera eso. Justo en ese instante, una ráfaga huracanada lo despojó de su impostura. ¡Qué zozobra verse al desnudo! ¿Le habían nacido así, tal como en ese momento lo interpretaban sus ojos, o había derivado en lo que nunca debió ser? Una lágrima zigzagueó por su mejilla. La angustia le atenazó la garganta, y demudado el rostro comenzó a transpirar.
Un insecto que por allí pasaba le rozó la sudorosa frente, e inquirió: "¿Quién eres?" "No lo sé... Ya no", respondió el hombre.
© María José Rubiera

miércoles, 14 de octubre de 2015

Siete noches

"...Y Scheherazada,
aquella primera noche,
empezó su relato..."
(Las mil noches y una noche)
 
 
Mil noches y una noche
necesitó Scheherazada
para ganarse la voluntad
del implacable sultán.
Siete noches necesitaremos,
                                                 siete...
para reencontrarnos
y mirarnos frente a frente,
y si de voz despojados
que las miradas expresen
si aún nos reconocemos.
Siete noches ininterrumpidas,
                                                    siete...
¿por qué siete noches
y no ocho o nueve?,
por ser el número de la suerte, tal vez,
quizá por nada en particular... ¿o sí?:
siete noches tiene la semana,
y a lo largo de su acontecer
no dejo de pensar en ti;
siete noches insomnes...
aderezadas de añil.
Siete noches trajinadas,
                                          siete...
para empacar las usanzas
que por lo regular hacen leyes,
y junto con los criterios estrechos,
pensamientos trasnochados
y demás incongruencias
conformar la mezcolanza
a desembarcar en el grao
de la ineluctable ausencia.
Siete noches... sólo siete,
                                            y después
que de azul se pinte el cántaro celeste,
                                               y después...
 
© María José Rubiera
 

 
 
 

lunes, 5 de octubre de 2015

Vivir en sí...

"Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero..."
                                                             ( Teresa de Jesús )
 
 
Afortunada me siento
por vivir viviendo en mí
y no acusar otro anhelo
que vivirme y vivir en ti.
Y vivo porque en ti vivo.
                                                   Vivo...
cuando de rondón el deseo
hace del lecho su feudo
y excitada la libido,
de sándalo los besos,
sin mesura nos queremos.
Vivo porque vivo en mí,
y consciente de lo que quiero
sé cuándo y cómo lo quiero vivir,
vivo... edificando proyectos
sobre las ruinas de un sueño.
                                                        Vivo...
cuando el viento canallesco
devasta los hayornales
y en el hueco de una encina
imagino ver una dríade
ataviada de lunares,
y no es sino una mariquita.
Vivo porque adoro vivir.
Pero nadie vive para siempre,
así como nadie muere
por el simple hecho de querer morir,
y cuando morir yo hubiere
que mi cáscara vacía
fíen a la madre Tierra,
y mi esencia, ora ceniza,
años más tarde humus,
siglos después hamadría,
subsista viviendo en sí.
 
© María José Rubiera

viernes, 25 de septiembre de 2015

Achares

En la quietud de la noche constelada,
la densidad del silencio
pesando sobre la almohada,
en los umbrales del onírico predio
mi incorpórea y pálida alma...
intimando con todo tipo de espectros,
soñé... ¡ay amor! me resisto a darte achares:
de ti mismo tendrías celos
si con todo lujo de detalles
te describiera tan erótico sueño;
los tendrías de tus pórfidos labios,
de tu piel, de las yemas de tus dedos.
Los tendrías del cendal
que me rozaba los senos,
de la sonata otoñal
que me dedicó ex profeso el viento...

¡Qué cumulo de sentimientos
y cuán fugaz lo soñado,
tanto que apenas si alcancé a asimilarlo!

Ojalá esta misma noche,
abatidas las pestañas,
las manos sobre el embozo
de las sedosas sábanas
me sea dado soñar de nuevo
–da igual si en blanco y negro o sepia–,


y que las escurridizas arenas 
de los relojes del tiempo
me retrotraigan al instante
en que hubo lugar "el sueño".

© María José Rubiera

martes, 15 de septiembre de 2015

Otoño

 
Con sus polainas cobrizas
y desnudo de bochorno,
en la talega semillas
de niebla y de llovizna,
se asienta el dorado otoño
en la eterna Aldea Perdida...
eterna: así la soñó el literato,
así la sueñan mis ojos
al avistarla desde el altozano;
así las migratorias ánades
que anidan en los pantanos
de Rioseco y de Tanes,
así las truchas plateadas
que frecuentan el río Alba.
 
El otoño arribó a mi tierra...
 
Aunque, mucho más que otoño,
para ti y para mí... para ambos
y para el amor que se despereza
de un letargo de cien años,
será ambarina primavera.
Lo será para las hojas
que del árbol se desprenden
y, si bien efímera la dicha,
gozándose en su albedrío
pretenden alcanzar el cielo,
para la xana hechicera
que a poco que te descuides
te hipnotiza para siempre,
para el anodino poeta
que aspirando a ser célebre
se afana en pulir sus versos
y hasta las pestañas quema...
 
Automne... autunno... autumn... otoño:
qué importa cómo te digan,
lo que en verdad interesa
es que, a semejanza del oro,
eres precioso... en esencia.
 
© María José Rubiera
 
 
 

sábado, 5 de septiembre de 2015

Cormorán tenorio (soneto)

 
Llegaste, un tórrido agosto, y retoño
que busca alojarse en la fresca umbría
acomodo hallaste a la vera mía,
solaz... en mi solazoso madroño.
 
Mas cormorán tenorio tú... gazmoño,
atento al reclamo de otra bahía,
prendado de la luz del Mediodía
te irás... al amortajarse el otoño.
 
Sin ti, sombrío se me hará el Adviento,
y la sombra... más sombra cada día
de agravio vestirá mi firmamento.
 
Se intensificará el tiple del viento:
que rompa el mutismo del alma mía,
el inicuo flujo del pensamiento.
 
 
 © María José Rubiera
 
 
  

martes, 25 de agosto de 2015

Corazón peregrino


No seré roble abatido,
ni mi savia será presa
de ese talador de sueños
que busca procurarse leña
con la que alimentar su fatuo fuego.
Seré manzano florido...
orientándose hacia el cielo:
mi copa hará las veces de nido
donde gestar los jilgueros,
mi ramaje, por doquier expandido,
alcanzará los luceros.
Seré corazón peregrino...
hollando rectos senderos:
en la esclavina, voluntad;
en el bordón un "soy y puedo",
escritura cuneiforme en el sayal
–legado de los sumerios –,
recordatorio en el sombrero:
jamás volver la vista atrás.
 
 
© María José Rubiera
 
 

miércoles, 19 de agosto de 2015

Vacuidad


Cautiva de las palabras,
de la semántica rehén,
prendido en la solapa
el deseo de saber
he descuidado lo esencial:
vivir, reír... amar.
Hoy, vacua de prefijos y sufijos
la mente,
valorando y apreciando la esencia
de lo corriente,
a tu universo regreso.
Y digo hoy porque mañana...
mañana quizá me sea imposible
sustraerme al influjo supremo
que sobre mí ejercen las palabras,
el leonino conocimiento;
“mañana”: ¡cuán lejano suena!
Hoy es hoy: día de amarnos,
ajenos a cuanto nos rodea:
a la calle soledosa...
al porqué de las cosas.
 
Una mirada curiosa
en el cristal se refleja...
y los brazos del silencio
circundan la noche eterna.
 
© María José Rubiera
 
 

 
 

viernes, 31 de julio de 2015

Malvasía

 
Amanece...
Altea rosea la aurora
–bouquet para el amanuense,
estro para el artista–,
en la estancia malvarrosa,
luminaria ambarina,
besos con sabor a moras...
 
Atardece...
Entre la fronda marina
el ardentísimo se pierde,
sobre la verja bruñida
caminan, despaciosamente,
el póstumo madrigal del día,
un crisantemo y un réquiem.
 
Anochece...
Chispas en las pupilas
–candilejas fluorescentes–,
promisiones en la alcoba,
voluntades que se achican,
el paraíso en la boca,
en los labios... malvasía.
 
© María José Rubiera


miércoles, 22 de julio de 2015

Alma...

A modo de introducción a mi humilde poema:

"Animula vagula, blandula,
hospes comesque corporis..."

–Publio Elio Adriano–


ALMA...
 
Lene es la noche,
áspera la vigilia
que con prolijo celo
obra en mi mente y mi cuerpo...
Dichosa tú, alma mía,
que inmune a la aridez del desvelo,
las trasparentes alas desplegadas,
por el taller del ensueño
a voluntad te desplazas.
Afortunada tú, alma mía:
clemátide trepadora
que trepa por los sarmientos
de la soñada ilusión
y blandiendo el terciopelo
de la etérea camisola
desafía al desamor
que se aferra a los viñedos
culturados con amor.
Quién me concediera ser
a tu imagen y semejanza:
tú tan feliz, y yo tan harta
de bregar entre las landas...
Una promesa has de hacerme:
si el fanal se me apagara
y mi sombra, arredrada,
se espantara para siempre,
no te apenes ni solloces:
canta... canta... canta... canta...

© María José Rubiera 
  

 

sábado, 11 de julio de 2015

Amar... Odiar


Nacer... Morir:
dos intransitivos personales,
y en el decurso del tiempo vivido
dos modos verbales:
Amar... Odiar,
que como espejos en blanco
reflejan y evidencian lo abstracto
de los transitivos a conjugar.
"Odio y amo.
¿Me preguntas tal vez
por qué lo hago?",
dijo el poeta latino.
Ese mismo terceto
a menudo suscribimos,
pero en ese entretanto
de amarnos y odiarnos,
en ese interludio que nos permitimos,
en esa tregua que nos damos,
mientras y en tanto nos llegue
la hora del amor manso,
del beso indiferente,
pudibundo, beato, casto
sobre la ajada frente,
del periodo cano, gris...
Ámame de esa manera,
como tú sabes... así:
con fogosidad de hoguera
escarlata, carmesí.

© María José Rubiera

jueves, 2 de julio de 2015

Eva


Desconozco qué es en verdad la vida:
si inopinado accidente
o portentoso milagro,
pero me gusta imaginarla
a semejanza de un río calmo
en el que al ajarse la sombra,
por el rosicler de la aurora cegada
la noctámbula luna, llorosa,
sus ojos pitañosos lava,
donde los visos solares
hacen de cada remanso
una mena de diamantes
prístinos, inmaculados.
Confieso ser una romántica
que tiende a la cursilería,
lo soy... hasta tomar la palabra
la Eva que en mí habita
y aseverar en un hilo de voz
que la vida es un peregrinar
hacia ninguna parte,
o al menos no hacia parte conocida,
asimismo me recuerda
el pedregoso camino a seguir
por este valle de inmundicia,
para todos arduo, cenagoso,
máxime para las hijas de Eva,
y en especial para aquellas
(léase librepensadoras)
que vindicamos el derecho
a pensar por cuenta propia.
Nunca lo tuvieron fácil las "muñecas":
de cara a la galería siempre riendo...
y llorando por dentro.

© María José Rubiera

sábado, 27 de junio de 2015

Folixa


Doce campanadas... doce
canta el reloj de la torre,
el gnomon en la plazuela
señala la medianoche
y en la noche sanjuanera
queimadas, conjuros y danzas
en rededor de la hoguera
–según nosotros, astures,
juerga, alegría... folixa,
según otros condenable herejía–.
Ni lo sé ni me interesa
si sacro o pagano el festejo,
tan sólo albergo certeza
de escenas otrora vividas
que de forma puntual
se repiten en el tiempo,
situaciones decisivas
que con un hito marcaron
mi epopeya personal...
Como la brujesca noche,
en todo semejante a ésta:
la Danza Prima ancestral,
la luna brillando por su ausencia,
los cielos encapotados,
el orbayu sumándose a la fiesta...
Me miraste y te miré,
nuestras bocas se juntaron,
me besaste y te besé
y aquellos labiosos besos...
intensos, apasionados,
almas sedentarias ellos
continúan afincados
en tu recuerdo y mi recuerdo,
en tus labios y en mis labios.

© María José Rubiera

 

viernes, 19 de junio de 2015

Silencios...


Los aires de suficiencia,
el ademán altanero,
aquel no tomar conciencia
de lo que pudo haber sido y no fue;
en paradero desconocido,
el mutuo respeto.
Todo sin variación alguna... idéntico:
el local, las butacas, la mesa
en que ante sendas tazas de café
diálogos y silencios sostuvieron,
                                                    silencios...
de inhibición desprovistos
al travestirse de negro
el majestuoso ajimez
del augusto firmamento,
                                       silencios...
despojados del taciturno velo,
independizados de la mudez
que resta expresión a los cuerpos
–quizá el amor sea sólo eso:
silencios... de sonidos recubiertos–.
¿Se había parado el tiempo...?
No: en la dársena del pasado
anclados estaban ellos,
sin nunca haber aprobado
la asignatura pendiente,
sin haber superado la prueba
que demandaba el presente.
Afuera, en el exterior,
el hálito de la brisa
que lo pernicioso estraga,
de la cúpula el resplandor
que precede al rubor del alba,
de la insomne soberana el albedo...
refractándose en las almas.

© María José Rubiera Álvarez
 

miércoles, 10 de junio de 2015

Al extinguirse la tarde...


En este rincón en sombra,
viendo extinguirse la tarde,
con esta unción de catarsis
que el ocaso me provoca
al elegir inmolarse,
con este recogimiento
que me fuerza a exudar poemas,
trémula... azorada yo,
tremantes los sentimientos,
detallo para mí sola
mis equívocos y aciertos,
amén de yerros y penitencias
que sobre mí recayeron;
en una palabra: experiencias.
Es justo lo que pretendo
en este momento... ahora;
mas, bien sé que a no tardar,
acuciada por imperioso deseo,
sentiré necesidad
de anunciárselo al céfiro.
Decidiere lo que decidiere
hacer después con mis versos
–si darlos a conocer
o entregarlos al silencio–,
por lo pronto escribiré
acerca de mis vivencias...
teniendo como censor
al impávido cuaderno.

© María José Rubiera

jueves, 4 de junio de 2015

Retazo de un amor


Arrugas el entrecejo,
y demudando el semblante
dices que ya no te quiero.
Tantos años conviviendo contigo,
sabiendo cómo respiras
y aún me siguen divirtiendo
tus triquiñuelas de actor,
pésimo... dicho sea de paso
pues se te nota a la legua
que es una estratagema
para captar mi atención
y como a un niño te mime,
que en la mejilla te estampe
un par de sonoros besos
y una vez más te confirme
que eres mi único amor.
A continuación... ya sabes,
la letanía de nunca acabar:
mentamos el día que nos conocimos
y nostálgica tu voz:
"Éramos tan jóvenes..."
Y yo, dándote la réplica:
"Jóvenes... y tontos de remate."
"Estábamos enamorados,
que no escasos de luces...
y nos comprendíamos.
Estábamos... Estamos enamorados
y nos comprendemos", aseguras.
"¿Nos comprendemos?", me pregunto.
Asiento con la cabeza
–no quiero contrariarte–
y deniego para mis adentros.
No, cariño, no... Seamos realistas:
ni me comprendes ni te comprendo.
Si tú siempre pisas sobre terreno firme
y yo me paso la vida
hollando los estratos del limbo
o navegando en carabela imaginaria,
con la curiosidad a bordo
y unas ganas locas de bucear
en el abisal de las palabras...
¿cómo comprendernos?

© María José Rubiera

lunes, 25 de mayo de 2015

Zambra

 
La luna riela que riela
 en los espejos del mar:
alabastrina la jeta,
en el nimbo verdemar
 de una selenita gema;
 en la mejilla un lunar,
 en el labial una peca
 que al cielo invita a pecar.
 
Una zambra granadina
 en el cíngaro abisal...
 Y la sirena tullida:
 "Ven, reina... ¡Vente a danzar!"
 
La luna danza que danza...
 De vértigo el ritual,
 gitanilla atezada ella:
 en la túnica... alamar,
 en el zorongo... una peina.
 Danza, y vuelta a danzar:
 en el iris una pena,
en los labios un coral.
 
 
 La sombra alarga su sombra.
 Danza, y vuelta a danzar...
 La luna danza que danza
 sobre la espuma del mar.


© María José Rubiera
 
 
 



martes, 19 de mayo de 2015

... Y jazmín


Me dijiste: tengo hambre...
                                            hambre de ti.

De mi panal la jalea
degustar te permití.

Y no bien hubiste saciado el apetito,
embriagado de frenesí:
tengo sed...
                    sed de ti.

De mi ánfora el rosoli
te di a beber.

Y no bien hubiste mitigado la sed,
beodo el sentido:
tengo sueño,
ambiciono dormir y soñar...
                                              soñar contigo.

Y no bien te hubiste dormido,
yo... ebria de ti,
del hidromel de tus labios,
de tus ojos,
de tu piel...
también me dormí.

Y si tú romero y jazmín,


yo gota de rocío...
pernoctando sobre ti.

© María José Rubiera

viernes, 15 de mayo de 2015

Yo y mi pensamiento

Tratando de mi futuro,
discutiendo con denuedo
 hasta perder el aliento,
cara a cara, sin escudo,
me enfrento a mi pensamiento.
Pretende regir mi sino,
me dice debo enfundar
el veste de peregrino
y recorrer los caminos
en busca de la Verdad.
Me habla de cierto sendero
que me está signado hallar;
mas, a escucharlo me niego,
pues me asusta, ¡me da miedo
toparme con la maldad!
De cobardía me acusa;
yo, rebelde, me sublevo,
y a capa y espada, con fuego,
se entabla enconada lucha
entre yo y mi pensamiento.
Me es imposible acallar
su apabullante dominio,
pues me impide argumentar
e insiste sobre el camino
que imagina debo hallar.
Derecho a negarme ejerzo,
le digo que es desatino
guiarme por su consejo,
y no cedo a su desvarío
porque no puedo, ni quiero.
No comprende el majadero
que opte por otro sendero
donde he de hallar la ilusión
que es causa de mi deseo,
y le insto a dar su razón:
—Explícate, pues no entiendo.
¿A qué verdad te refieres...?;
pero respóndeme presto,
si no, entenderé que mientes:
te delatará el silencio.
Después de eterno momento,
dejando pasar el tiempo,
calculando la respuesta,
hablóme así, con desprecio,
la voz de rabia traspuesta:
—No me es dado responder;
tú, sólo has de entender esto:
Velado está en cada ser,
y es menester padecer
hasta horadar el sendero.
Errante como el Judío
deberás morir viviendo.
A cuestas con tu albedrío
habrás de hollar el camino
donde reside el misterio.
—¿Crees que si lo desvelo
valdrá la pena el esfuerzo?
—Eso depende de ti.
—Depende de mí..., ¿en qué aspecto?
—De lo que aguantes sufrir,
pues escrito está en el ancestro
que hallar la Razón Suprema
requiere vivir sufriendo;
mas si descubres la senda,
se hará la luz al momento.

© María José Rubiera

martes, 12 de mayo de 2015

El País de la Poesía (Poema y música Celia S. G.)



Érase una vez... Un cuento,
en alacena olvidado.
A solas con un mecano,
un payaso pinturero
y una muñeca de trapo
se pasaba el año entero,
pero nunca se aburría:
durante el día soñaba despierto
y por la noche soñaba
con un diminuto enano
–¡Como hermanos se querían!–.
Ambos se encaminaban,
con un hatillo en la mano,
al País de la Poesía.
Por calles, plazas y parques
al son de alegre guitarra
rimas y estrofas bailaban
hasta amanecerse el alba.
 
© Celia S. G.

miércoles, 6 de mayo de 2015

El coleccionista... (relato)

Tres de la madrugada. El libro que estoy leyendo se me escabulle de las manos, yendo a parar a mi regazo. Me caigo de sueño, pero me resisto a quedarme dormida –que yo recuerde, me he resistido a dormir desde... siempre–. "No te pierdas el milagro nocturno", advierte mi voz interior. Me acodo en el ventanal: arriba, en las alturas, la luna en creciente y su compañero de tránsito. La noche huele a tierra húmeda, a rosas de mayo, a jazmín perlado de rocío... a magia inspiradora. Una templada brisa cimbrea el ramaje de los árboles del parque. Las hojas se rozan con suavidad, como si se prodigaran caricias. Me pregunto si será su modo de reconocerse y conversar. Si así fuere, ¡qué no daría yo por entender su lenguaje! Aguzo el oído, y mi fantasiosa imaginación, presta a dispararse, hace gala de comprender la lengua. Un relato comienza a fraguarse en mi mente. Me acerco al escritorio y esbozo el primer párrafo:
 
Un mundo por explorar en toda su extensión: el de la psicosis. Un personaje aquejado de un trastorno especular: doquiera se encuentre, mire en la dirección que mire ve su propia imagen como en un espejo. En ningún momento se plantea sea fruto de una alucinación el hecho de que se vea reflejado, sino que creyéndose dotado del don de la ubicuidad en absoluto le extraña. Se siente omnipresente. De ahí que se dedique a coleccionar espejos, en los que poder admirarse desde todos los ángulos posibles: espejado altar donde fervoroso, hincado de rodillas, rinde culto a su omnipresencia...
 
 
© María José Rubiera

martes, 28 de abril de 2015

Los misterios del agua

Cálmate, corazón mío,
modera tu palpitar...
¿Presumes se te avecina
inopinado avatar?,
¿o te azora, quizá, amar
y pensar en no ser correspondido...?
Desecha la conjetura
y muéstrate comedido:
no desgarres la estructura
de mi pecho de cristal
–si puesto a prueba el amor,
parva la felicidad–.
Témplate, corazón mío,
tus alocados latidos
me dificultan oír
los monólogos del río:
interpretar pretendo
la eviterna balada
del emisario del lago;
elucidar los misterios
que el poeta Yamil y su amada
aprehendieron en sus manos...
los misterios del agua.

© María José Rubiera


 

jueves, 16 de abril de 2015

El trovador y la xana (romance)

En un vergel encantado,
sito entre el Todo y la Nada,
se alza una torre de cuento
y bordeando la fachada
jazmín de la India, dondiego,
jaspe de sangre... una rosa hechizada
que intrépida va reptando
hasta la ojival ventana
donde, atusando el cabello,
cantiga de amor canturrea una xana.
Al abrigo del plácido céfiro
una laguna embrujada
y en la orilla un trovador,
 
 
loco de amor por la xana...
tañendo laúd de oro,
declamando poesía elegiaca:

–Si esclavo soy de tu amor,
qué no daría yo, amada,
por desposarme contigo
y besar tus labios grana.
A mi ser renunciaría
si contigo desposara
y conjurado el hechizo
que te impide ser humana
me dieras preciosos hijos...
tan preciosos como tú, mi adorada;
corteses... como este trovador
que no hace sino venerarte, mi dama.
¡Vente conmigo, por favor!,
¡sé mi particular maga!

En la pradera de ensueño
se eleva airada algazara:
las bayas del aquifolio,
las agujas de la pinácea,
las leñosas hojas del roble
–símbolo de luz y constancia–,
el noctámbulo dondiego
–albo fular tiene por garganta–,
el lirio azul de los valles
que se espiga en la hondonada.
El agareno alazán
que de rocío se sacia,
el cuervo... la estrepitosa oca
que a diestro y siniestro grazna,
el álgido zarragán,
el favonio... prendado del alba
claman a voz en grito:
¡No escuches sus ruegos, xana!,
¡no cedas a la tentación!,
¡no comprometas tu alma!

A lo cual la xana responde:

–No temáis por la integridad de mi alma.
¿Acaso ignoráis, mis preciados amigos,
que en mi condición de xana
desposada ya he sido, soy... y seré?:
desposada... por el Genio del Agua.
A ti, gentil trovador,
tan sólo decirte: ¡gracias!;
que tu laúd y tu lirismo
no se pierdan en la Nada,
que tus trovas se alimenten
de la paciente esperanza.

© María José Rubiera



 

jueves, 9 de abril de 2015

Aurum


Porque cuanto emprendía
no llegaba a concretarse,
porque a menudo se preguntaba
en qué zulo se hallarían
sus proyectos, sus ideales...
El desencantado oribe
apetecía ser alquimista
y adepto de la Gaya ciencia
sublimar un elixir
que de ventura colmara
su dificultosa vida,
mas el temor al peligro
era más fuerte que el ansia
de violentar lo impreciso.
De esta guisa, pasó un año
y otro más y otro de seguido...
sintiéndose vacío por dentro,
sin que osara horadar
el confuso y angosto útero
en que se hallaba encogido,
sin cejar en preguntarse
el porqué de su existencia,
sin salir al exterior...
sin renovar el oxígeno.
Pero aconteció que cierta tarde,
en los albores del crepúsculo,
cuando las ojeras de la Insomne
comenzaban a revelarse,
en ese fugaz instante
de perfecto maridaje
entre el astro y el horizonte,
entreabierto el áureo velo,
se le desveló el porqué
de sus abortados sueños.

© María José Rubiera

martes, 31 de marzo de 2015

Burbujas...

Hoy no te regalaré,
como por hábito tengo,
soles ni lunas ni estrellas
ni siquiera el solitario lucero
que allá por la amanecida,
apostado en los umbrales del cielo,
pálido de envidia fisga
el revoltijo hecho enredo
de tu cuerpo negligente
y mi desmayado cuerpo.
Nada habré de regalarte...
a menos que me prometas
–no de mentirijillas
como acostumbras hacer–
portarte como es debido.
De ser así, te diré,
sobre la estera tendidos,
un prolongado "te adoro",
un "sí... quiero" estremecido.
Un beso te daré... ¡qué digo!:
será un océano de besos;
tus labios arisco oleaje
ante mis labios rendido.
Ondas rizando tu arena
serán mis trémulas manos;
mis dedos, burbujas tibias...
templando tu acantilado.

© María José Rubiera

viernes, 27 de marzo de 2015

Eras como una alborada / Poema de Alfonso Camín (1890 – 1982) / Declamación: María José Rubiera

 

In memóriam del poeta asturiano Alfonso Camín. Y dedicado a los emigrantes que, aspirando a labrarse un futuro digno, hubieron de abandonar su patria chica.


¡Eras como una alborada!
¡Qué cercana y qué distante
la fecha! Flor tu semblante.
Cielo limpio en la mirada.
Como naciente granada,
tu boca fresca, reía;
tu corazón repetía
lo que dictaban tus ojos
y estaba en tus labios rojos
todo el perfume del día.

En la cercana espinera,
mirando nuestros amores,
cantaban dos ruiseñores
sonatas en primavera.
Toda era flor la pradera;
decían los manantiales
los más finos madrigales
al jardín de tus anhelos,
y andaban locos mis celos
acariciando puñales.

Luciendo el blanco mandil,
con tu saya de estameña,
ibas de casa a la ordeña
y de la ordeña al redil.
Yo, apoyado en el rabil,
te iba mirando pasar;
y tus senos, al andar,
eran como esas manzanas
que sobresalen tempranas
en lo mejor del pomar.

Capullos de tu vergel,
tus mejillas victoriosas,
si las besaba, eran rosas
tan rojas como el clavel.
Tu boca, ardiente rondel;
tu cuerpo, un rosal moreno,
tus manos, como el pan bueno,
siempre buscando mis manos,
¡y sacudiendo manzanos
y retozando entre el heno!

Después, las cosas que sabes:
el aire del mar, la vela;
dolor de la dulce abuela
que ve que se van las aves;
tus ojos, que hoy están graves
porque me marcho mañana;
una tristeza aldeana
que nubla todo el poblado,
un barco que espera anclado
¡y un dolor más en la Habana!

"Hay que ser fuerte", el acento
del viento grita en mi oído;
¡y que no escucho el gemido
ya de tu voz en el viento!
Un dolor, un pensamiento
que agarrota las pasiones;
otro rumbo, otras canciones,
¡y tu recuerdo lejano
que se me va de la mano
que ha de domar los ciclones!

También tú, como violeta
que se pierde en el sendero,
olvidaste el romancero
y el corazón del poeta.
El tiempo, con su piqueta
cavó el abismo profundo:
tú tras de otro amor fecundo
fuiste y hallaste un calvario,
¡y yo aquí voy solitario
por el desierto del mundo!

¡Y pensar que me alejé
para hacer, como un impío,
la existencia del Judío
Errante de Eugenio Sué!
¡Andar y andar...!, ¿para qué?
¡Marchar sin gloria y sin tino;
aquí santo, allá asesino,
bien y mal, todo en derroche,
y aparecer una noche
difunto sobre el camino!

Pero siempre tú serás
sobre el dolor la esperanza,
una voz que dice ¡avanza!
¡Sé valiente y vencerás!
Y ay de aquella voz que ¡atrás!
¡me grite desde el pantano!
¡Quedará sola en el llano
mientras yo sigo adelante,
con el dolor de otro Atlante
que lleva un mundo en la mano!

¡Que siempre ha de ser mi vida
mar que jamás se refrena,
que va y viene hacia la arena,
pero siempre agua batida!
Como estrella florecida
en la noche de mis duelos,
mal que no pide consuelos,
pero no olvida el tesoro,
rayará tu nombre de oro
el pizarrón de mis cielos.

Pero siempre mis canciones,
aun con la luz de esa estrella,
serán siempre la centella
que fustiga a los ciclones.
Yo iré apartando escorpiones,
yo iré derribando muros,
yo venceré a los perjuros,
yo pondré luz en mi senda;
¡yo levantaré mi tienda
sobre los campos futuros!

–Alfonso Camín–
 

miércoles, 25 de marzo de 2015

Tiempo de magnolias

 
Remontémonos en el tiempo, vida,
rememoremos el teatro
donde hubo lugar el estreno
de aquella ópera prima
–sobre epidermis escrita–
con la que ambos debutamos.
 
Se iza el telón.
 
Minimalismo...
en el espacio escénico:
lecho, mesa-velador,
cera y pábilo... lucerna
a la diestra de posible espectador.
En primer término
pistilo, estambre...
eufemismo volandero;
cortina de crepé... al fondo.
Amaranto crepuscular,
calas,
camelias,
magnolias
–celestina primavera–
al otro lado del mirador.
 
¡Oh si la cerosa magnolia
expresarse con claridad pudiera...!
¡Si el pábilo enardecido
deletrear sustantivos supiera...!

© María José Rubiera











 
 
 

viernes, 20 de marzo de 2015

Dos palabras (antología "Bardo")

 

Dos palabras...

simplemente

dos palabras que compendien

lo que mis ojos relatan.

Dos palabras...

solamente

dos palabras y un beso,

un beso que te recuerde

que eres el hilo dorado

con que se hilan mis sueños.

Sólo dos palabras: Te amo.

 


sábado, 14 de marzo de 2015

Búscame... (antología "Bardo")

 
Tell me that you love me,
tell me in silence...
so that they can not hear you,
 to preserve ours.
Don't know where to find me?
Find me in the breeze...
get me in the water...
find me on fire...
in the Rainbow that hangs in the sky.

martes, 3 de marzo de 2015

Existo... ¿Soy?

 
Pienso,
existo,
¿soy...?
Hasta cierto punto,
dependiendo del momento:
si ladeada la cabeza,
entornados los párpados,
enarbolado el deseo
de soslayo me miras...
Si a hora extemporánea,
las mejillas encendidas,
enardecida el alma,
liberados los silencios
cautivos en la garganta
mi rosaleda transitas
tuya me haces,
tuya me siento
y si tuya...
mía no soy,
y si soy...
no me reconozco
y si estoy...
no me encuentro.

© María José Rubiera