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miércoles, 28 de mayo de 2014

Diálogos con la estrella (madrigal)

 
Eran tiempos de brujas,
horas de cancerberos;
noches de lunas brunas,
sapos y gatos negros.
 
(En los pináculos del empíreo hubo
holgorio de luceros.)
 
Versada en descontento
una afligida estrella
escribe un madrigal
pleno de sentimiento.
 
(En los pináculos del empíreo hubo
 holgorio de luceros.)
 
De la estadía mental vigilia-sueño
se escapa un pensamiento,
 y asaz desvergonzado
interroga a la estrella:
 
“¿Qué te sucede? ¿Por qué te lamentas?
Es curioso: os imaginaba frías,
presuntuosas, soberbias;
incapaces de amar,
reír, llorar... sentir.
Dime pues, cómo sois, de qué estáis hechas.”
 
"De lo mismo que tú:
de psiquis... y materia.”
 
 
(En los pináculos del empíreo hubo
holgorio de luceros.)


© María José Rubiera

lunes, 19 de mayo de 2014

Instantánea


Del ahora somos pasajeros,
y del después somos… ¿nada?
Excepto de la partida inicial
y la postrera parada
del expreso en que viajamos
tenemos certeza de… nada;
lo único plausible al entendimiento
es que todo perdura… nada,
que en el transcurso del viaje
todo se desfigura y desvanece:
la baliza reflectante,
los paisajes divisados,
el álamo itinerante,
los ortos y los ocasos
que vertiginosos pasan…

Lo máximo permitido
que nos es dado saber
es que en absoluto sabemos
el porqué de ser y dejar de ser.
Tal vez debido a lo mismo
es por lo que distraemos
la desazón de lo incierto
con efugios encaminados
a congelar el momento:
el cortejo de un pájaro,
una flor, un insecto,
la pataleta de un niño,
un estrechón de manos,
una carcajada, un guiño...
Objetos, personas, flora, fauna
figurando en acartonados fotogramas:
perpetuidad del instante.
Pero… Y el alma,
¿qué le pasa al ser fotografiada?,
¿será cierto que un trocito de ella
se queda atrapado en cada instantánea…?

© María José Rubiera

martes, 13 de mayo de 2014

Y ya ves...

 
Se adormeció el Reluciente,
escapularios de esparto
son sus yermos fucilazos.
La sombra se arregla el velo
y se embadurna de afeites:
banderolas de silencio
caen a modo de cascada
sobre la charca del cielo.
 
Y yo, vigil como nunca,
sueño con seminar besos
en tu mentón,
en tu boca,
en tu frente…
Y ya ves… no serán besos pitañosos
ni filiales ni inocentes,
sino aseados, abundantes,
descarados, picardiosos,
azogados, petulantes,
engreídos, jactanciosos…
Serán de esposa… y amante.
 
Serán opulentos y sigilosos,
de especias espolvoreados,
con olor a cinamomo.
Y ya ves… te besaré
hasta que la claridad,
libre de desasosiego,
de máculas expurgada,
se oponga a la oscuridad.
 
© María José Rubiera
 

lunes, 5 de mayo de 2014

Panegírico


Querido depositario de fatigas cotidianas:

Nada azaroso que detallar en tus páginas.
Al igual que en jornadas precedentes a la que nos ocupa, laxo, sin incidencias inquietantes me ha fluido el día, lo cual me sorprende ya que resulta ajeno a lo compilado por la memoria a lo largo de mi existencia. ¿Será que el Destino –miembro honorífico de la Gran Timba Universal– ha considerado tomarse un periodo de asueto, o por el contrario se está empleando a fondo en urdir jugadas maestras con que sorprenderme? Me inclino a pensar que más bien se debe a lo último. Si al menos me fuera dado saber con antelación cuándo y cómo, en detrimento de mis intereses materiales y anímicos, trama valerse de los ases que oculta en la manga… Pero imposible me es vaticinarlo.
Absurdo es asimismo pretender sustraerse a la multiplicidad de formas con que actúa, y socava el espíritu. Nadie hay tan camaleónico. A capricho se torna esmeraldino de ilusoria esperanza; escarlata como llamarada de dragón, endrino-soez cual pensamiento reprobable… Y así hasta lo inimaginable e inmensurable. Nadie análogamente facultado en garabatear guiones dramáticos, con sus ineludibles nudos y desenlaces –de costumbre insufribles–, y dirigirlos a su antojo.
Concluyendo: En base a los antecedentes que obran en su curriculum vitae, conveniente me será comenzar a fortificarme y estudiar el modo de afrontar con arrestos los envites que me tenga preparados.

Hasta aquí mis confidencias, mi preciado amigo. Mañana será un nuevo día en que fiarte mis luces y mis sombras. Gracias, por ser testigo silencioso de mi intimidad.

D. D. Por cierto: se me pasó por alto anotar que de verme forzada a redactar el panegírico del Destino, no sería precisamente elogioso sino más bien denostador.


© María José Rubiera