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jueves, 30 de octubre de 2014

En Do sostenido

 
“Hay silencio... y Silencio:
minúsculo y mayúsculo.
El de hoy es gigantesco,
plúmbeo, abstruso
y se hace explícito,
palpable,
respirable,
degustable;
se hace agujero negro,
espiral de humo
asfixiando el techo”,
reflexionó en voz alta,
dejando el libro en el regazo,
paseando la mirada por la sala.
 
 “Damos fe de ello”,
aseveraron los enseres,
las ventanas,
las paredes.
 
“Es hostil, negativo”,
apuntó el candelero.
 
“Es... metafísico”, afirmó
encogiéndose de hombros,
retomando la lectura
de El Relato Nunca Escrito,
prestando refleja atención
al rítmico acontecer,
en Do sostenido,
 del canoro silencio...


© María José Rubiera

jueves, 23 de octubre de 2014

Hogar...

 
Lejana me sonaba la voz del maestro.
“Último día de clase”, celebré,
sumiéndome en mi propio mundo:
el Mundo de los Pensamientos.
 
Comenzaban las vacaciones...
Hogar vendría a mi encuentro
y me colmaría de atenciones:
Hogar de manteles impolutos
y servilletas a cuadros,
a punto de cruz ribeteadas
por la neblina y los prados.
Pan de centeno y escanda
recién horneado:
chocolate a la taza,
frixuelos rellenos de miel,
huevos pasados por agua,
rosquillas, marañuelas,
azúcar caramelizado,
avellanas tostadas...
 
Hogar de fabulosos relatos
en torno al lar encendido:
un plantel de seres imaginarios
cobrando protagonismo,
saltando sobre las ascuas,
proyectándose en las sombras;
jugando al corro de la patata.
El riesgo de adormecerme
y tener que irme a la cama...
¡Oh, oh...!
¡A la cama no, por favor!,
los trasgus vendrán conmigo,
se apropiarán las sábanas
y brincando sobre el saledizo,
simularán ser fantasmas.
 
Sí. Hogar vendría a mi encuentro.
Hogar... era ella.


© María José Rubiera
 
 
 


miércoles, 15 de octubre de 2014

Alfahar



  ¿Es la vida el alfahar
donde con mano siniestra
obra el alcaller del tiempo...?
Me atrevería a afirmar:
“Lo es.
¡Y más que a nada lo temo!”
De temer es asimismo
el hipotético alfarero,
o ceramista poco versado
en esmaltar sentimientos
que difuminados por el fastidio
tiran a blanco y negro,
que por más que se restauren
ya nunca serán los mismos...
–¿O sí?–
 
Ante la duda, empero,
un réquiem por la arcilla
sacrificada a la forma:
hornacinas,
cántaros,
cuencos,
arybalos...
Y un  crisantemo negro
para el enlodado amor
que el presunto cantarero
gustó de trastocar en ajado
siendo apenas bisoño...
habiendo sido gozado
inédito.
 
 
© María José Rubiera
 



 

martes, 7 de octubre de 2014

Podría escribir...


Podría escribir un libro
con las miles de palabras
que he decidido acallar
y por defecto no digo.
Palabras que rehúsas escuchar
por parecerte engorrosas,
que procuro amordazar
 cuando cabizbajo,
hundido el mentón en el torso
y fijación incansable
contabilizas las baldosas
de manera exasperante...
como si a más de la impronta
de los pasos que hemos dado
te fuere viable descubrir
en las vetas del enlosado
un portentoso tesoro.
 
Sí...
Podría escribir un libro
bien en clave de humor,
bien rebosando patetismo,
asignando a cada frase
su sitial y su estadía,
sin renglones torcidos
que desvirtúen la grafía,
sin espacios vacíos
que inciten al inusual lector
a pensarse en el limbo.
Un libro
cuya lectura no se preste
a enjuiciamiento equívoco;
aunque, pensándolo mejor,
para qué escribir un libro
al estilo leguleyo,
si lo que hubiere de escribir
escrito lo llevo en los ojos...
y con creces has recusado leerlo.


© María José Rubiera