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domingo, 20 de abril de 2014

Asturias

Mientras que yo aliente, Madre,
en tanto que por mis venas
circule un hilo de sangre,
discurra un soplo de savia,
no serás patria olvidada.
 
Viviré para ensalzarte,
inventaré neologismos
que alaben tus excelencias;
haciendo uso del lenguaje
loaré tu manto esmeralda,
describiré, fidedigno,
el verdor de tu paisaje,
la magia de tus montañas.
 
Diré a quien guste escucharme
que eres, mi adorada Asturias,
el arquetipo de lo femenino,
y es por eso, tierra mía,
que el orbayu tanto te ama,
y rasgando las nubes turbias
de la celeste hondonada
te humedece, te fecunda…
en tu tapiz se derrama.
 
Que por eso al caer la tarde,
emboscado en las acacias,
abedules y castaños
el sol, transido de amor,
ataviado de gazmoño rubí,
en la floresta apostado,
suspira y declina por ti.
 
Que dada tu cualidad femenina,
te afectan las injusticias
y en ocasiones sollozas,
y el alma de los astures
se encoge, y contigo llora,
mas sin darse por vencida
procura que la congoja
se revierta alegre risa,
en festivo pasacalles
con que amenizar los valles.

© María José Rubiera
 





 


lunes, 14 de abril de 2014

Veleidad

No me atosigues,
no me preguntes
si hoy te amaré menos que mañana,
no pretendas que me pronuncie
acerca de lo que deseas escuchar.
 
Cómo, sin desvirtuar la respuesta,
podría afirmar: “Te amaré más… Sí”.
Cómo redundar el afirmativo
si en el decurso de un pestañeo
todo cobra carácter tornadizo,
si nada se muestra igual
 segundos después
de expresar otra cualidad.
 
Sírvanos como ejemplo
el firmamento y los océanos:
ni un solo día transcurre
sin que deriven tornátiles,
siendo esa misma versatilidad
la que los hace originales.
Veleidosa es la sima de ébano:
ora se cubre de turbiedad,
ora propicia que los luceros
que en vigilia permanecen,
engasten topacios y granates
en los cantiles terrestres.
 
Imposible me es augurar
si te amaré más, o menos
de lo que pretendes,
lo que sí puedo vaticinar
es que te amaré siempre.
Asegurar que la única veleidad
que me asiste es ser diferente…
especial.
 

© María José Rubiera

martes, 8 de abril de 2014

Sarao


A falta de tintes primarios
–amarillos, rojos, azules–,
tules decolorados
y farolillos de opereta
acicalando el tablao.
Instrumentos de percusión:
panderos, címbalos, sistros…
amenizando el sarao.
Luce la concurrencia,
experta en afectación,
sombreros de ala ancha
calados hasta las cejas
–camuflaje ideal para mentes estrechas–,
botines acharolados,
ropajes de asiática seda…
 
En las repintadas pestañas
de damas y caballeros de pega,
jovenzuelos pintureros,
damiselas cascabeleras:
“Vine, vi y vencí.”
Palabras propias de un césar,
indefinido de época obsoleta.
En un ángulo de la pista
una moza de sangre plebeya
–la más fea del baile–
y una agenda en blanco
aguardan propuestas.
 
“Yo… bailaría con ella, pero…¡ ufff !
Seguro que si es más fea no nace”,
dice un “dandi” a otro “dandi”, y a continuación añade:
“¿Lo echamos a suertes? Elijo cara… ¿y tú?
 
“En verdad no me dejas opción… Cruz.
 
Surca el aire la moneda, y…
 
¿Con quién bailará la más fea?
 
© María José Rubiera

miércoles, 2 de abril de 2014

Como una rosa en el vino


Distánciate de serrallos
que no resguardan del frío
y aproxímate a mí,
amor mío.
 
Despójate de los sayos
que no hacen sino ceñir
la piel, el hálito, el alma…
y profundiza en mi río:
nada sabe de adulterio,
de corpiños encendidos
deslizándose hacia el suelo,
ni a tanguillo pasional
suena su probo cantar.
 
Mírate
en mi espejado remanso,
disuélvete… 
como una rosa en el vino,
en el musgo de mis aguas,
y sabrás por qué la reina sideral
al cielo inviste de ámbar,
cómo grafía las perlas
en lo profundo del mar.
 
© María José Rubiera