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lunes, 18 de marzo de 2013

De suspiros...

Cada tarde se encontraban
en la serena alameda...
Cuando ella se demoraba,
él aguardaba expectante,
anhelando regalarle
bien un ramito de rosas, 
bien margaritas campestres,
rubicundas amapolas...,
o zarzamoras silvestres.
 
Aún era un imberbe
sin boatos que ofrecerle,
un chiquillo...
de pecho y rostro lampiños,
un adolescente...
ataviado de suspiros,
sin un chavo en los bolsillos;
en el corazón, un sueño
cual madreperla perlino,
verdoso cual esmeralda;
en los labios, un "te quiero",
y una promesa en el alma;
en la garganta, un requiebro
melindroso, delicado,
ensayado ante el espejo,
de continuo recitado,
por si acaso lo olvidaba
al decírselo a su amada.

© María José Rubiera

jueves, 7 de marzo de 2013

Crisopeya

Así como el Arte,
queriendo magnificarse,
se vale del numen del artista...
Del artista,
al que le asiste
 la inspiración divina...,
no del inepto diletante
que sin escrúpulo plagia,
que de forma burda imita,
pretendiendo adjudicarse
meritorias cualidades,
de las cuales años luz
dista.
 
Retomando el principio,
el antes de en digresión
haber incurrido:
 
Así como el Arte
elige manifestarse
a través del artista,
y éste, a su vez,
persigue inspirarse
en la belleza genuina,
así el Amor quiere admirarse
en el alma de todo amante.
En la carnal crisopeya,
busca perpetuarse,
aunque el fuego del atanor
le exija humillarse,
en el crisol deba licuarse
hasta obrarse la consunción,
y culminar el proceso de ser...,
de ser otro, siendo el mismo.


© María José Rubiera