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martes, 17 de diciembre de 2013

Asturias, amada Asturias (Loa a la tierra que me vio nacer)



 Asturias, amada Asturias,
Asturias, tierra galana,
están haciendo contigo
cual a bella cortesana
que entrega su primavera
y al otoño es desdeñada.
 
Virgen era mi tierrina,
penetraron sus entrañas,
la violaron, la explotaron
después de ser profanada,
y al no ser ya productiva
como a un guiñapo la tratan.
 
Sus negras ojeras muestran
lo hundida que tiene el alma.
 
¡No sufras, querida Asturias,
no llores, Asturias guapa!,
los villanos no merecen
las lágrimas que derramas.
Presa fuiste de traidores
que horadaron tus entrañas;
mas, lo que ellos aún no saben
es que eres valiente, brava,
y por mucho que lo intenten
no te verán derrotada.
Que eres fuerte y poderosa
lo demuestran tus montañas,
y los hijos que pariste
llevamos la cabeza alta,
pues estamos orgullosos
de una madre tan gallarda.
 
¡Levanta el ánimo, Asturias,
sublévate, Asturias guapa!,
todos estamos contigo;
todos, haciendo cruzada,
hasta el xilguerín parleru
que despierta a la alborada.
 
Topémelu el otru día
cuando despuntaba el alba,
taba posáu sobre un roble,
cubiertu per la hojarasca,
y al velu tan gayasperu
nun pude negái el habla:
 
–Dime, xilguerín parleru,
¿qué nueves traes de la braña,
qué te cuenten nuestros ríos,
nuestros montes y cañadas?
 
–Dicen: ¡Vencer o morir!,
lucharemos sin parada
con palos, piedres, gadañas,
o aunque sea con tonadas;
todo con tal de ensalzar
a la patria de las xanas.

© María José Rubiera

martes, 3 de diciembre de 2013

Relapsos

Quién pudiera...
como la sombra que te acompaña
ser prolongación de ti,
a tu piel estar ligada,
caminar cuando caminas,
acostarse si te acuestas,
adormecerse pegada
a tu pecho,
a tu cara,
a tu beso.
 
Quién pudiera...
como la sombra que te persigue
solazarse si te solazas,
sonreír cuando sonríes,
reflejarse en tu agua,
yacer junto a ti
en la arena de una playa,
ser transparente,
sutil,
perlada
y sin que de mi presencia
te percataras,
relapsos el silencio
y los labios,
besarte las mejillas,
el mentón,
el cuello,
las manos...
 
Quién pudiera...
como la sombra que no te abandona.

© María José Rubiera

martes, 26 de noviembre de 2013

Latido a latido

Esta noche,
por si quisieras verme,
por si se te antojara
decirme que me amas,
dejaré entreabierta
la puerta de mi casa.
 
Y si a deshora vinieras,
si por el sueño hostigada
adormecida me vieras
no te vayas,
acomódate a mi vera
y abrázame despacio,
sin turbarme:
tu abrazo será el heraldo
que anunciando tu presencia
se esfuerza por despertarme;
será de la flama el ascua
que alienta mi espalda helada.
 
Entre carantoñas, mimos,
cabellos desordenados,
pulsos vertiginosos,
gemidos sofocados
tu corazón y el mío,
latido a latido,
amando al unísono;
tu pasión y mi pasión...
sirviéndonos de abrigo.

© María José Rubiera

jueves, 21 de noviembre de 2013

Grisú

En el rapaz yacimiento,
entre el grisú purulento
y la antracita atezada
entona el joven minero,
al son de ficticia gaita,
una canción asturiana.
 
Es el temor ceniciento
alojado en su garganta
quien lo exhorta, cicatero,
a escudarse en la tonada.
 
Y es su trova la piqueta
que va agrietando la veta,
y sus ojos luminarias
que deslumbran al recelo
emboscado en las pestañas.
 
Y piensa en las cuatro xanas
aguardándolo en la casa,
en la seductora esposa
a quien le entregara el alma,
en confitura de moras,
arándanos y manzanas.

© María José Rubiera


lunes, 18 de noviembre de 2013

Señuelo

No entiendo por qué,
como ayer,
como antaño,
como siempre,
a tu coto privado
me sigue atrayendo
el señuelo de tus ojos negros;
por qué,
cual desvalido venado,
o zorzal imprudente,
a ser prendida en tu cepo
me presto.
 
Y menos aún entiendo
por qué me sigue azorando
el rasoliso de tus dedos
catequizando mis labios;
por qué
la tarlatana de tus manos,
ovillándose en mi pelo,
me sigue turbando.
Por qué me sigue aturdiendo
tu silueta,
tu estampa:
tu cuerpo.


© María José Rubiera

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Soliloquios de madrugada

Sólo yo y el silencio permanecemos despiertos. Miento: el péndulo del reloj también está despierto. "Tempus fugit", repite una y otra vez su tozudo oscilar. Registro mentalmente la locución, y para más inri incorporo a la misma un conocido proverbio. Retumba en mis oídos la monótona cantinela: tic-tac, tic-tac. Y pensar que el desventurado censor ha de realizar idéntico ritual hasta morirse de viejo... Pensar: endiablado verbo. Tan endiablado como mi pensamiento que porfiadamente, incapaz de discurrir sereno, se empecina en darle vueltas a lo que no debe; es decir, en sacar a relucir indeseables recuerdos.
Son las tantas, y yo sin pizca de sueño. ¡Ay!, qué odioso este dinamismo mío que no me permite sosiego. ¡Qué tedio! Me entran ganas de levantarme de la cama y prepararme un buen tazón de café: solo y bien cargado, por supuesto –al menos si no consigo dormir que no sea debido al divagar de la mente, sino por algo placentero que me haya procurado adrede–. Ya me he perdido. ¿Por dónde iba...? ¡Ah, sí! Me levanto, paladeo un delicioso café, escribo, leo, escucho música, o yo qué sé... La cuestión es no pasarme el resto de la noche mirando al techo, malhumorada por ver cómo se me fugan las horas sin haber hecho nada de provecho. Pero mejor no me levanto. No vaya a ser que me acatarre: hace frío; se acusa ya la llegada del invierno. "¡No fastidies! Lo que te faltaba: encima de insomne, hipocondriaca", replica mi álter ego. "¡Chsss...! ¡Permanece callada un momento!", ordeno. Una, dos, tres, cuatro, cinco campanadas. Las cinco de la madrugada. Y yo sin asomo de sueño...

© María José Rubiera 

lunes, 11 de noviembre de 2013

Íntimo y privativo


Mañana,
después de haber librado
mil batallas en el lecho,
después de haber saciado
al león que llevas dentro,
una vez paliado el deseo
de levitar sobre otro cuerpo,
poseída la certeza
de que mientras uno quiere
el otro se deja querer,
que amor y felicidad
rara vez se tutean,
que la viciada soledad
sigue pendiendo del techo...
 
Mañana,
cuando por la vidriera
entre la madrugada,
habrás de encararte
con el ajeno del espejo.
 
Mañana...


© María José Rubiera

jueves, 31 de octubre de 2013

Sonámbula (soneto de amor)

Hiende el relámpago la lejanía,
deserta la sombra despavorida,
la noctívaga lechuza, aturdida,
ve su reflejo en la espejada ría.
 
Sonámbula, ronda la galería:
los pies descalzos, la piel aterida;
una lágrima en los labios prendida,
el corazón ardiendo, el alma fría...
 
Soñando soñaba que él la buscaba,
soñando soñaba que la cubría,
soñando soñaba que la besaba.
 
Soñaba que en su seno germinaba
rosado nenúfar de Alejandría.
Soñaba... soñando que no soñaba.


© María José Rubiera

jueves, 24 de octubre de 2013

Azufrado

Amanece gris-plomizo.
Intuyo que el de hoy será uno de esos días macilentos en los que el instante parece congelarse en algún vértice del espacio-tiempo, en que el cronómetro continúa registrando un presente hecho ya pretérito. Días en los que predomina la carencia de entusiasmo, de dinamismo, de ritmo y cualesquiera expectativas y motivaciones abocadas están al fracaso.
Días fláccidos, famélicos, tísicos en los que la naturaleza dormita y nada fructifica, ¡nada! En los que se motean de lánguido azufrado los jardines, las hojas de los árboles, las calles, los edificios, los tejados...
Días cáusticos, malhadados en los que mis pensamientos cían a la deriva y mis versos, al no hallar ideas que los capitaneen, se amotinan en el océano de la necedad. En los que las palabras se me aglutinan en el cerebro y contestatarias exigen manifestarse, resultando ser insustanciales una vez trasladadas al papel.
 
Amanece gris-plomizo.
La turbiedad del asfalto pesa sobre mis párpados. Presa de astenia anímica me digo que más me vale continuar durmiendo, y soñar con lo venidero.

© María José Rubiera 

viernes, 18 de octubre de 2013

A barlovento

Aspiro, cariño mío,
a ver transcurrir la vida
poetizando, relatando... amando;
a transcurrirla contigo.
 
A que el vendaval se aleje
del quicio de nuestra puerta,
y los batientes refrenen
intromisiones ajenas.
A que los besos florezcan
no sólo en ciclo vernal
sino siempre que apetezcan.
 
A que el viento a barlovento
haga sonoro el silencio,
a que el aura marinera
atesore en sus alforjas
susurros de caracolas,
a que las aves canoras
se avisen marchantes de arte:
el arte del amor,
el arte de amar...
el arte de amarse.


© María José Rubiera

viernes, 11 de octubre de 2013

Melismas

Si bien el latitar del nordeste
borrasca latente entraña
y migajas de sevicia
contaminan el ambiente,
homilía luminosa
declama el predicador
en el pórtico del Oeste.
 
Anochece,
sin estruendo,
sosegadamente...
sin aspavientos.
Las Aónides celestes
van discurriendo grafismos
sobre el lienzo anochecido,
y el arcano de los versos
deja de ser un misterio.
 
En el difuso claroscuro
me voy perdiendo... y te pierdes;
nos perdemos rúa abajo,
cada cual en sus quehaceres.
Nos perdemos sin remedio:
melismas de fado amargo
toman asiento en el atrio.

© María José Rubiera


lunes, 30 de septiembre de 2013

Otro lugar... Otro tiempo

Me miras y esbozas una sonrisa.
 
«¿Nos conocemos?», pregunto.
 
Afirmas con la cabeza, sin dejar de sonreír.
 
Examino tu rostro, detenidamente,
queriendo hallar en él algo reconocible:
un gesto, un lunar, un rasgo distintivo
que en su día te caracterizara,
algo de ti inscrito en mi memoria, un indicio...
Es entonces que reconozco tus ojos,
de un inconfundible verdemar
–a simple vista el único atributo
que aún conservas incólume–.
Por lo demás nada que me recuerde
la animosa y preciosa mujer que fuiste,
al cisne de cuello esbelto
que en laguna dorada nadaba...
Otro lugar... otro tiempo.
 
«¿Qué te ha ocurrido, querida? ¿Qué te han hecho?
¿Por qué se te ve tan ajada?
No temas: nada voy a preguntarte,
nada que pueda herir tus sentimientos.
Mejor decirnos fruslerías ¿sí?», pienso.
 
«Acabará lloviendo», auguras transcurrido un rato, y añades:
«Es grato hablar contigo, pero he de irme. Discúlpame, por favor...»
 
Nos damos un abrazo y un beso en cada mejilla. Y te vas.
 
Veo cómo te alejas:
la cabeza inclinada,
los hombros abatidos...,
la mirada de tímida avecilla.
 
Mansamente,
sin estridencia,
cae la llovizna...

© María José Rubiera

viernes, 27 de septiembre de 2013

En el azur...

Entre las flores de loto,
guardaba el emperador
sus rayos de jaspe rojo...
luego, buscando acomodo
en el azur de los cielos,
optó por rendirse al sueño.
Poco a poco, lentamente,
fue vomitando luceros
el entramado celeste.
 
En lo alto de la colina,
el astrónomo aguardaba
la aparición de su estrella:
la amaba, la deseaba,
soñaba que era doncella,
que en sus brazos se rendía
y, dramatizando
su encuentro con ella,
en el colmo de su locura
la poseía.
 
Rayando la madrugada,
las estepas siderales
se cubrieron de diamantes.
Entre tamaño esplendor,
seductora como nunca
ella, la inasible...
refulgiendo más que un sol.
Él, hincado de rodillas,
henchido aún de pasión,
de histriónico arrebato,
ni tan siquiera la vio.


© María José Rubiera

jueves, 19 de septiembre de 2013

¡Danza!

El día se degrada,
lacando de mustio
los muebles...,
la casa.
 
Entre las cortinas,
asoma alteza
su cara de plata,
indolente se retrepa
en el canapé
de la sala
y, haciéndose eco
de galaxias lejanas,
sisea melindres
de música alada...
 
¡Danza!,
ordena a la gata;
ésta se carcajea,
aventura un bufido
y afila las garras.
 
¡Danza!,
itera despótica.
Ya sabes las reglas
y si no,
ve aprendiéndolas:
 
Te guste o no te guste,
sepas o no sepas,
obligado es danzar
al son que te mandan.
De lo contrario,
por más que domines
las artes felinas,
tus dotes artísticas,
siempre serás nadie,
nada...
En suma,
serás minina ignorada.

© María José Rubiera


viernes, 13 de septiembre de 2013

Nictálope

La tarde se abriga,
a hora avanzada,
con bardas violadas,
y para su coleto farfulla
decires canallas
–la sombra es basilisco
que fulmina con la mirada–.
Finalmente,
pliega las pestañas,
bosteza
y, paulatinamente,
se apaga.
 
Y sigo aquí,
estática...
cual polilla impelida
a abstraerse
en el fulgor de la llama,
apresada...
como testigo de cargo
que rehúsa subir al estrado,
desoyendo el alegato del alma
que antes que nada quiere,
mi encantador de serpientes,
absolverte.
 
Y sigo aquí,
a la espera de alígeros vientos
que de antorchas votivas
colmen
las hornacinas del cielo.
Sigo,
nictálope,
exhumando
entelequias soterradas,
ansiando deslizarme
en esa inconsciencia
que todo lo arduo allana.

© María José Rubiera


lunes, 9 de septiembre de 2013

En el cerúleo cielo

Como desagravio
por los besos denegados
y deleitosos momentos
de los que te he privado
he de rogarte, amor,
que no te muestres renuente
y aceptes el agasajo
que tengo pensado hacerte:
Merar extracto de alheña
con rocío mañanero
y en el cerúleo cielo,
sirviéndome de aldinos caracteres,
caligrafiar lo siguiente:
Te adoro...
y te adoraré siempre
y de volver a nacer,
querría adorarte otra vez.
 
Por favor, no lo desdeñes.

¡Oh!, si supieras
cuánto me rinde la mente
el empeño de ofrecerte
cuanto de bueno mereces...

lunes, 26 de agosto de 2013

Clepsidra

Hoy... gardenias,
mañana... lirios,
pasado mañana...
¿crisantemos?,
¿cardos?
¡Quién sabe!,
quizá el destino decida
jugárselo a los dados.
 
Sea como fuere,
no quiero pensarlo...
ni pensarte;
porque cuando te pienso
caigo en la tentación de amarte
más de lo que debo;
porque siempre que te pienso
sediciosos sentimientos
asaltan mis pensamientos.
 
Así que, para no pensarte,
mejor al insurrecto tiempo
doblego,
y como antes te recuerdo;
en atemporal clepsidra
el pretérito retengo
y con purpurina vertida
por los errantes luceros
sobre estelas de cuarcita
tu imagen prístina
cincelo.

© María José Rubiera


miércoles, 7 de agosto de 2013

Su orilla (epístola en verso)

Mi fabulador de ensueños:

No dejo de preguntarme adónde habrá ido a parar aquel narrador de cuentos del país del azafrán. Tú sabes dónde se encuentra, ¿cierto...? Pero no, no me digas su paradero: prefiero no saberlo. Ahora bien, celebraría que en vez de instalarse en la desidia se hubiera dedicado a ubicar los sentimientos en el lugar adecuado: el amor en el sitio más visible, para tenerlo siempre a mano; acá lo placentero, allá lo aceptable, acullá lo enojoso. En cuanto a lo ominoso... mejor ni mentarlo. Si hubiera lavado a tiempo las legañas que la visión le velaban, si no estuviera tan ciego, hubiera visto que ella amaba su orilla, pero no el panorama que de costumbre divisaba: los silenciosos oteros que recuerdan, en demasía, el vegetar de los muertos, las tortuosas pendientes que de continuo ascendían; sibilinos pretextos, cántaros rompiéndose camino de la fuente, infundados recelos...
Bueno, no más por hoy: estoy agotada, mi amado, tanto que de buen grado dormiría cien años seguidos, al cabo de los cuales se supone habría de despertarme, con un beso, el príncipe de mis sueños. Ni que decir tiene que serías ese príncipe, el mismo que en todos mis versos adquiere protagonismo.

P.D. Huelga decirte lo mucho que te amo: mi alma te lo dice a diario.

© María José Rubiera

sábado, 13 de julio de 2013

Filibustero

La corriente movediza,
el mistral y la galerna
lo encallaron en la peña
de sílice y siderita.
En su torso al descubierto
una calavera tatuada,
en su voz la melopeya
propia de los piratas:
desuetas trovas de gesta
y batallas trasnochadas.
 
Supo que era bucanero,
filibustero, corsario...
en busca de un varadero
donde carenar su barco.
Supo que era embustero,
que cual filo de guadaña
mellada por el guijarro,
ruinosa tenía el alma
de tanto jurar en falso.
 
Supo...
que devastaría su isla.


© María José Rubiera


lunes, 1 de julio de 2013

Himeneo

Bailábamos...
estrechamente abrazados,
como si intuyéramos
el advenimiento
de un cataclismo
y fuese lo último
que hiciéramos...
 
Bailábamos...
aficionándonos
el uno al otro,
enamorándonos,
como si acabáramos
de conocernos...
Y abarcaban
mi cintura
tus brazos,
y engolosinaban
mi nuca
tus labios,
y el instante registrábamos
en los anales del tiempo,
y el tiempo reciclábamos
para que no se hiciese viejo.
 
Arriba, en las alturas,
la luna llena deshilaba
los hilvanes y costuras
de los densos nubarrones,
y deshebraba la plata
de sus tirabuzones,
y con las hebras trenzaba
una linterna mágica
con que iluminar la estancia.
 
Y continuamos bailando...
y celebrando el himeneo
de la noche con el fuego.

© María José Rubiera
 
 


martes, 18 de junio de 2013

Hagan juego...

En los estilóbatos
de unos célibes pliegos
busco reposar mis versos.
La eufonía de la pluma
al violentar el papel
logra demudar mis letras
en cimbreantes odaliscas
bailando sobre un escabel.
 
Ante tamaña anarquía,
nada consigo hacer,
salvo quedarme dormida...
 
Una aldaba abofeteando
la plúmbea puerta,
un repique de címbalos
rechinando en el dintel,
una cantante de jazz
gorjeando en el escenario.
La estrepitosa algazara
de un intangible crupier:
 
¡Comienza el juego, damas y caballeros!
¡Se admiten todo tipo de apuestas!
¡A ver quién de ustedes
decide apostar más fuerte!
 
¡Hagan juego, damas y caballeros!
 
Y... ¡voilà!:
al Amor se apuesta una vez más.
 
La ruleta gira... y gira...
 
A veces se gana, a veces se pierde;
pero mejor lo dejamos
a discreción del azar.
Crucemos los dedos, damas y caballeros,
y lo que haya de ser... será.

© María José Rubiera


sábado, 8 de junio de 2013

Celajes

En el ara del Lucero
se va inmolando la tarde,
polícromo arabesco
esculpen los celajes
en el zócalo del cielo.
El aire huele a cedro,
a ti me huele el aire;
a ti...,
a tu cuerpo almizcleño.
 
A besos sabe la lluvia
que anega ya la calzada,
a ti me sabe la lluvia
que besa nuestra ventana;
a ti...,
a tu boca grana.
La lluvia barbota un deseo:
el tuyo, el mío,
el nuestro.
 
Una varilla de incienso
que expira en el incensario,
una vela que se apaga;
fulgurando en la penumbra,
el cendal de tu mirada.


© María José Rubiera

miércoles, 22 de mayo de 2013

Danza Prima

Clama el garante del tiempo
el óbito del crepúsculo,
las plañideras saetas
caligrafían el opúsculo
destinado a las estrellas...
 
¡Ya se rubrica en la noche
el ágape de la fiesta!
 
Ya el entablado nocturno
se atavía de verbena,
ya en el tafetán celeste
filigranas de artificio
van figurando palmeras,
ya la ancestral Danza Prima
los muchachos interpretan,
ya el osado desafía
al rescoldo de la hoguera,
ya en la melena, prendida,
rosa de amor encendida
exhibe la hermosa niña.
 
¡Es la fecunda pradera
de amoríos alcahueta!
 
Unas sandalias de tiras
descansan sobre la hierba,
el trasiego de unos besos
arrebola las mejillas
de la cándida azucena,
la falda de albo algodón
se torna rojo cereza
y, como por arte de magia,
un trébol de cuatro hojas
en la escarcha se revela.

© María José Rubiera


miércoles, 8 de mayo de 2013

Mónada

A ser princesa juega
la esforzada cenicienta,
juega...
y sueña,
aun sabiendo que de vidrio
son los sueños,
que susceptibles son de truncarse
ante el más nimio zarandeo;
sueña...
con el consorte perfecto,
incluso a sabiendas
que más bien es atributo
de personaje de cuento;
sueña...,
haciendo caso omiso
de múridos e insectos
que displicentes frecuentan
la alacena y los pucheros.
 
Juega,
sueña...,
y canturrea
el último canto del cisne,
el loor eviterno
del heraldo triste,
el salmo ininterrumpido
del Universo:
Mónada,
descenso,
desolación,
ocaso,
defunción...,
¿renacimiento?

© María José Rubiera


viernes, 3 de mayo de 2013

Te sugiero...

Porque hay tantos peregrinos
como senderos,
tantas servidumbres
como siervos.
 
Porque todo viandante
tiene asignada una vía,
y cada prójimo sufre
su singular agonía...
por haber tantos Caínes
como estigmas.
 
Porque nadie es como nadie,
aunque a ojo de diestro arquero
cierta similitud guarden.
 
Te sugiero:
 
Permite a la marejada
ahogar tus frustraciones
y demás quincalla
que oposite a confundirte
la mente...
y desconcertarte el alma.


© María José Rubiera

martes, 23 de abril de 2013

Estanciero

Todavía es primavera,
y, sin embargo...
 
El celeste estanciero,
con labios de incontinente
y mohín de senescente,
a más de ígneo, chulesco,
obstinado e impenitente
lame, con lengua de fuego,
los sinuosos pastos verdes,
los hayedos y salcedos.
La acuátil salamanquesa
aplaude los lametones
y los ardorosos besos,
la sargantesa celebra
el acento circunflejo
del soberano del cielo.
 
Los campos amarillean,
se asfixia la dúctil yerba,
las flores se desmadejan,
el avisado milano
sitia la sombra boscosa,
conquista el álveo del río;
en la impenetrable umbría,
se aprecian sedientos trinos,
se escucha el doliente piar
de los hijuelos del mirlo...
 
Todavía es primavera,
y, sin embargo...,
el Sol agosta la Tierra.


© María José Rubiera

domingo, 14 de abril de 2013

En volandas

Hay profusión de mundos
ocultos en mi interior;
sugerentes universos,
sápidos como el maíz,
que esperan ser descubiertos...
por ti.
 
Cuando te hayas concienciado,
cuando te sepa dispuesto
a caminar en volandas
para evitar agraviarlos,
descorreré los cerrojos
de las compuertas del alma,
y mostraré, sin ambages,
las teselas de su ágora.
 
Llegado el fausto momento,
con retamas escariadas
y montaraz brezo seco
cebaremos la pira funeraria
y en ella incineraremos
veleidades,
recelos,
vaguedades,
patrañas,
enconos,
cizaña...


© María José Rubiera

lunes, 1 de abril de 2013

Con lirios...

Si en un futuro advirtieras
que, hostigada por el hastío,
de mis sueños desistiera;
que el cansancio y la apatía,
haciéndose con las riendas,
se han afincado en mi vida.
Que a la inope realidad
corona y cetro cediera,
siendo, por ende, desleal
al reino subliminal...
a la poesía...
a la creatividad...
a la fantasía.
 
Si, amor mío, me vieras
acomodarme en el lar
de la cotidianeidad,
y tornarme cenicienta
cual anodina pavesa,
finge un seísmo emotivo
–de tal suerte que en la lava
se diluya mi desgana–;
cultiva unos malvaviscos,
o bien una malva real,
de múltiple colorido,
por la que pueda trepar
–como lo haría una niña–,
y olisquear la libertad.
Úngeme el alma con lirios...
hasta hacerme reaccionar. 

lunes, 18 de marzo de 2013

De suspiros...

Cada tarde se encontraban
en la serena alameda...
Cuando ella se demoraba,
él aguardaba expectante,
anhelando regalarle
bien un ramito de rosas, 
bien margaritas campestres,
rubicundas amapolas...,
o zarzamoras silvestres.
 
Aún era un imberbe
sin boatos que ofrecerle,
un chiquillo...
de pecho y rostro lampiños,
un adolescente...
ataviado de suspiros,
sin un chavo en los bolsillos;
en el corazón, un sueño
cual madreperla perlino,
verdoso cual esmeralda;
en los labios, un "te quiero",
y una promesa en el alma;
en la garganta, un requiebro
melindroso, delicado,
ensayado ante el espejo,
de continuo recitado,
por si acaso lo olvidaba
al decírselo a su amada.

© María José Rubiera

jueves, 7 de marzo de 2013

Crisopeya

Así como el Arte,
queriendo magnificarse,
se vale del numen del artista...
Del artista,
al que le asiste
 la inspiración divina...,
no del inepto diletante
que sin escrúpulo plagia,
que de forma burda imita,
pretendiendo adjudicarse
meritorias cualidades,
de las cuales años luz
dista.
 
Retomando el principio,
el antes de en digresión
haber incurrido:
 
Así como el Arte
elige manifestarse
a través del artista,
y éste, a su vez,
persigue inspirarse
en la belleza genuina,
así el Amor quiere admirarse
en el alma de todo amante.
En la carnal crisopeya,
busca perpetuarse,
aunque el fuego del atanor
le exija humillarse,
en el crisol deba licuarse
hasta obrarse la consunción,
y culminar el proceso de ser...,
de ser otro, siendo el mismo.


© María José Rubiera

lunes, 25 de febrero de 2013

En pro del amor...

Prometo ser
gacela de la sabana...,
y siempre que lo precises
correr veloz a tu encuentro.
Prometo ser
tu medicina y placebo...,
darte a libar mi tisana
edulcorada con besos.

Me comprometo,
en pro del amor,
del amor que por ti siento,
a ser el fiel
que equilibre tu balanza.
A ser...
gobernalle, timonel,
capitana
de la glauca esperanza
que ha de arribarte a buen puerto.

Prometo nombrarme
reina de los siete mares,
fletar un raudo velero,
hecho de algas y corales,
que te traslade a mi reino...
que te conduzca a mi lecho.


© María José Rubiera

miércoles, 20 de febrero de 2013

Marcesible

No escatimemos esfuerzos
en amarnos...
No echemos en saco roto
que el amor es marcesible,
que todo es finito..., todo,
que la llama del fósforo
se escalofría y sucumbe
ante el más endeble soplo,
por mucho que previamente
haya restallado el mixto,
por más que en un santiamén
relumbre.
 
Amémonos, cariño,
cuanto podamos...,
de besos y abrazos
hagamos intercambio.
En un momento dado,
como siempre,
iremos a acostarnos;
en la mañana siguiente,
al levantarnos,
descubriremos, aterrados,
que el ardor perdió la voz,
y el amor... enmudeció.


© María José Rubiera

jueves, 14 de febrero de 2013

Metáfora a metáfora

Letra a letra,
palabra a palabra,
construiré una fortaleza
donde asilar el amor
en vías de extinción.
Metáfora a metáfora,
cimentaré las columnas
de un marfileño alcázar,
cuya lustrosa techumbre
hará que el sol se deslumbre,
cuyas doradas pilastras
y volutas nacaradas
se asemejen al joyero
en que atesoro
tus besos,
tu amor,
tus ternuras,
tu constancia,
la fidelidad
que me guardas
sin, a cambio, requerirme...
nada.


© María José Rubiera

martes, 5 de febrero de 2013

Quiastolita

Tal como indica la runa
del Libro de los Secretos,
en cuanto las lobas aúllen,
protegiendo los lobeznos
del influjo de la luna
y los espectros que bullen,
de mágica quiastolita
y resplandor de luceros
he de hacerte, vida mía,
el signo de los astures,
un hechicero amuleto
que te preserve de agüeros.
 
Lo consagraré con besos,
y lo alojaré en una urna
hasta en extremo volverse
tan imperceptible y etéreo
que, rayando en lo invisible,
será inadvertido por la gente,
siendo tuyo..., sólo tuyo,
el privilegio de verlo.


© María José Rubiera

miércoles, 30 de enero de 2013

A saber...

A saber...
cuántos ortos
habrán de florecer
en el horizonte,
cuántos ocasos
deberán sucumbir
en favor de la noche,
cuántas lunas
convendrán en desterrar
la lúgubre oscuridad.
 
A saber...
cuántas vidas
habrás de consumir,
cuántas veces
tendrás que morir,
y nacer de nuevo,
cuántas... hasta concluir
que es en su cauce sereno
donde hallarás sosiego,
que sólo en su hialino venero
aplacarás la sed
y sumirás tus miedos.
Que dormitarás en calma,
en tanto ella apetece
roturar la coraza
que oprime tu pecho,
tu atavío rojo grana,
el barniz funesto
con que has lacado
tu azorada alma.
 
A saber...


© María José Rubiera


viernes, 25 de enero de 2013

Loa a un anacoreta

Érase una vez...
un atribulado hidalgo,
perdidamente enamorado.
Amaba a una hermosa dama, 
tanto y de tal manera
que consuelo no hallaba
al ver que la justiciera
de su vera la arrebataba.
 
Un día, desesperado, alienado,
queriendo liberar a su amada
de las mortíferas garras,
enjaezó y ensilló su caballo
y recorriendo millas
consultó a hombres sabios,
buscando respuestas,
la fórmula mágica
que otorga la vida eterna,
al no hallar de la misma certeza,
renunció a ser caballero,
eligiendo ser anacoreta.
 
Instalado en una cueva
cercana a las estrellas,
recolectaba hierbas
de la pirenaica cordillera
que luego trituraba
en un broncíneo almirez,
por ver si con la mixtura
y un ruego a la esperanza
hallaba la panacea
con que sanar a su amada.

© María José Rubiera
 

domingo, 20 de enero de 2013

Fedatario

Aún guardo en mi almario
el anillo imaginario,
cincelado con brisa marina,
con caracolas labrado,
que diseñaste en mi anular
bajo la láctea faz del satélite.
Todavía lo guardo,
por ser testigo imparcial,
prueba fehaciente
de habernos amado
más allá de lo debido,
irrefutable fedatario
del compromiso
rubricado por ambos.
 
Si bien al día de hoy,
desde mi actual perspectiva,
me resulta flujo pasado,
lo guardaré mientras viva
ya que de alguna manera,
por mí incomprendida,
hace que pernoctes
en mi vida anímica,
que sigamos delirando,
amándonos, extraviándonos,
tú... en mis labios,
yo... en tus labios.

© María José Rubiera

lunes, 14 de enero de 2013

Veinticuatro...

Veinticuatro...,
veinticuatro horas,
perfiladas,
esbozadas
por intangible artista,
veinticuatro horas,
medidas,
pautadas
en el pentagrama
del virtuoso anónimo.
Veinticuatro horas, suscritas,
signadas con seudónimo,
inscritas
en el margen del universo,
ilustrando
el espacio y el tiempo.
 
Veinticuatro...,
veinticuatro horas
cuenta en su haber el día,
levedad para unos pocos,
eternidad para otros,
para mí, vida mía,
un lacónico chasquido,
un hálito del aire.
 
Veinticuatro...,
veinticuatro horas:
insuficientes para amarte.

© María José Rubiera
 


lunes, 7 de enero de 2013

Cada mañana

Cada mañana,
cuando la aurora invicta
humilla la negrura pagana
y mis párpados perezosos
filtran la vaga emisión del alba,
extiendo mi mano plebeya
y en el satén de la frazada
busco indicios de tu presencia,
busco vestigios de tu sonrisa
en los pliegues de la almohada,
reminiscencias de tus caricias
en los frunces de las sábanas.

Una vez desperezada,
me apresuro hacia el espejo
por ver si aún resguarda
la impronta de tu aliento
al rasurarte la barba,
examino cada milímetro
de la superficie azogada,
queriendo hallar impresos
tus soliloquios,
tus gestos,
el iris de tus ojos,
tus pestañas,
tus labios carnosos...
tu imagen amada.

© María José Rubiera