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sábado, 27 de octubre de 2012

Aguatinta

Podrías no ser tú..., pero sí eres. 

Eres tú y tus manos tibias, sedosas, 
recorriendo mi cuerpo, 
reconociéndome, 
recreándose en mi cabello 
aromado con magnolias. 
Eres tú y tus besos inéditos 
absorbiéndome, 
y tu entrecortado aliento 
humedeciéndome.

Eres tú y tu artesano pincel 
esbozando sobre el lienzo 
inflorescencias ambarinas 
similares a mi piel. 
Tú y tu cualidad de artista 
imaginando mi imagen 
sobre dúctil azófar, 
operando a voluntad 
el grabado al aguatinta, 
logrando tonalidades 
puras, vírgenes..., distintas.

© María José Rubiera

lunes, 22 de octubre de 2012

La misma

No me supongas distinta, 
soy la misma, bien amado, 
la misma con quien jugabas 
en tu castillo encantado: 
yo hacía de dama extinta; 
tú, de caballero andante, 
y sin pudor me besabas 
no por romper el ensalmo 
de unas magas infernales, 
sino porque seducirme tramabas. 

Soy aquella que descubriera 
que si amarte era pecado 
aunque en el averno ardiera 
pecaría de buen grado, 
y si por osar amarte 
imponerme penitencia hubiera, 
serías la jaculatoria eterna 
con que clemencia obtuviera. 

No he cambiado, soy la misma 
que un día, cual reo confeso, 
declaró cuánto te amaba 
y para ti ex profeso 
puso al descubierto el alma.

© María José Rubiera 

viernes, 19 de octubre de 2012

El pozo de los deseos

Cuando la penumbra afila las garras 
embozada y con artero denuedo 
la luz del día desgarra, 
cierro los ojos y pienso 
de qué están hechos los sueños, 
si la materia con que se generan 
es la misma que concibe 
al esporádico copo de nieve 
que en cuanto acaricia el suelo 
a desintegrarse tiende. 

Pienso si serán perdedores natos 
y rara vez consiguen realizarse 
por someterse a ventosos zarandeos 
que sin piedad los avientan 
al quimérico pozo de los deseos 
y lejos de acusar el impacto, 
pecando de narcisismo, 
hollando el cerril terreno 
que conduce a lo ficticio, 
persisten en su condición de sueños.


© María José Rubiera

 

lunes, 15 de octubre de 2012

A la carta

Amor, 
de matices diversos 
y sabores variados 
a la carta te serviré besos, 
mas no sin antes saber 
los que te causan tedio 
y los que te dan placer. 
Espero me seas sincero, 
si no, ni un solo beso te daré.

Selectos serán mis besos.

Del mar copiarán el mantra
que sin darse tregua recita, 
del cielo imitarán el misterio 
que en noches sin luna se adivina; 
de la tierra, la excelencia 
que a diario regala vida; 
del alba... ¡ay!, del alba 
tendrán el romanticismo, 
el éxtasis, la ternura, 
la levedad, lo idílico...


© María José Rubiera

domingo, 7 de octubre de 2012

Y el silencio calla

En la buhardilla, olvidada 
entre vaporosas faldas 
recargadas de volantes, 
castañuelas y peinetas, 
brazaletes tintineantes, 
enlutadas pañoletas, 
viejo calzado flamenco, 
la lacerada guitarra 
dialoga con el silencio: 

"Ya nadie de mí se acuerda 
ni pretende acariciarme 
ni gusta rasgar mis cuerdas 
ni tientos, bulerías y soleares 
de la garganta arrancarme", 
lamenta... y el silencio calla, 
mutis en las sombras hace; 
ocultos en la gaveta, 
de cante jondo repleta, 
los revoltosos roedores 
evitan importunarle, 
y se acallan los rumores 
de la voraz xilófaga 
corroyendo la cómoda, 
el alma de la madera.


© María José Rubiera

viernes, 5 de octubre de 2012

Recuerda

Si en la intrincada galaxia 
esta noche descubrieras 
la inusitada presencia 
de una fulgurante estrella 
que por su irisada aureola 
la hace semejante en nada 
al resto de sus hermanas. 
Si acto seguido la vieras 
cruzar el sideral espacio 
y salvando la distancia 
alcanzar el alféizar de tu ventana... 

Recuerda: 

Es la celeste emisaria 
a quien rogué te entregara 
la apasionada misiva 
que mi alma le escribió a tu alma. 
No figurará membrete en la misma, 
pero sabrás que soy quien te la envía 
por llevar un monograma 
que pensando en ti, mi amor, he trazado 
con el carmín de mis labios.

© María José Rubiera

martes, 2 de octubre de 2012

Quedos

Silentes, quedos deben ser los besos... 

Silentes 
como rigor del invierno 
que incluso al viento enmudece 
con mordaza de silencio 
y la humedad envilece 
forzándola a crujir huesos. 
Y no hay mácula en la nieve 
que ensucie el albo misterio 
ni indicio de huellas recientes 
ni sonido alguno mece 
la cuna de los ensueños, 
y el desvelo permanente 
hace del insomnio infierno. 

Quedos 
como manantial que emerge 
en la cresta de una cumbre 
y simulando ser sierpe 
repta bajo la techumbre 
que los helechos le ofrecen 
y sin titubeo discurre 
por ondulante pendiente 
hasta ver si se le ocurre 
perseverancia sedente, 
dejar de ser agua que huye 
y permanecer por siempre 
acomodado en pétrea ubre, 
fluyendo con mansedumbre.

© María José Rubiera