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miércoles, 29 de agosto de 2012

Alta Magia

Ni malabarismos
ni palomas mensajeras
ni conejillos albinos
surgiendo de la chistera;
una bruñida pizarra,
cual negro alabastro negra,
era cuanto precisaba
para impresionar a la concurrencia.

Era hacedor de Alta Magia,
las leyes de la energía
y la materia alteraba,
en un punto imaginario fijaba
su turbadora mirada
y aquello en lo que pensaba
al pronto se bosquejaba
en la siniestra pizarra.

Una tenebrosa noche
cruzó el umbral de lo no autorizado,
violó lo jamás violado
y de magia hizo derroche;
errática, su mirada
vagó por lo imaginado
y pensó en la bienamada.
Sobre la superficie pizarrosa
se dibujó una bella mariposa:
lloraba... rotas tenía las alas.

La sombra fue envejeciendo,
el arrecife celeste
sin pausa se iba envolviendo
en la vacuidad agreste
del que sin ser sigue siendo.

© María José Rubiera



lunes, 20 de agosto de 2012

Primer amor

Tantos años han pasado, 
tantas han sido las veces 
que el carrusel ha girado 
y no obstante, 
sin embargo... 
aún te sigo añorando, 
añoro el callejón penumbroso 
en que nos dábamos cita 
y entre suspiros y besos 
jurábamos amor de por vida, 
los jardines recoletos 
donde nos fiábamos secretos, 
las tardes en que te demorabas 
y siéndome insufrible la espera 
de impaciencia gimoteaba 
y alzándome de puntillas 
entre la muchedumbre atisbaba, 
y al pronto te veía venir: 
el viento arremolinaba 
tu pelo lacio y moreno 
y al descubierto dejaba 
tu rostro imberbe y hermoso, 
y aún más de ti me enamoraba, 
y con andares resueltos 
hacia mí te encaminabas 
y de pasión irrefrenable 
tus ojos glaucos me hablaban, 
y me notaba arder por dentro 
y mis mejillas se arrebolaban. 

Tantas cosas han sucedido 
desde que por vez primera 
me subí al tiovivo 
y no obstante, 
sin embargo... 
aún te extraño.

© María José Rubiera

domingo, 12 de agosto de 2012

Dioses de barro

Gustaban de urdir patrañas 
con que embaucar a los hombres, 
elaboraban sofismas 
y fomentaban rencores, 
las ilusiones nesgaban 
y a zurcirlas procedían 
con hebras apolilladas, 
de suerte que se rompían 
antes de ser estrenadas. 

Y las leyes transgredían 
y ufanos se vanagloriaban 
de cosechar acres lágrimas 
y hacer que fueran impías 
y promiscuas se multiplicaran. 

Y acabaron por pensarse dioses 
y a los dioses enojaron 
por pensar como pensaban. 
Y el cielo abrió las compuertas 
y rienda suelta dio al fuego, 
y el fuego asoló la tierra.


© María José Rubiera