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lunes, 30 de enero de 2012

Aún no

No te vayas, mi amado…
Si bien exhibe su rostro de nácar
 la hermética y noctámbula dama,
si bien de la bóveda celeste penden
racimos de argentados luceros,
la noche no ha hecho sino dar comienzo.

No te vayas…, aún no,
no quiero quedarme a solas
con la impía oscuridad,
con los tentáculos del miedo
adhiriéndoseme al alma,
con las sombras espectrales, alargadas
que por doquier se exteriorizan
y me hieren cuales filosas espadas.

No te vayas... Aún no, vida mía,
aguarda hasta que los heraldos celestes
proclamen el advenimiento del día,
hasta que retorne el alba,
hasta que la rosada aurora
anuncie la madrugada.

© María José Rubiera 



martes, 24 de enero de 2012

Quizá

Vivamos el día a día, mi amado,
disfrutemos el momento:
quizá cansemos de amarnos
en un futuro cercano.

Quizá fuéremos distintos,
 quizá entre nosotros mediare
un abismo infranqueable
al no ser ya lo que fuimos.

Quizá nuestras primaveras
que acostumbran ser floridas,
gloriosas, exuberantes,
decidieren marchitarse.

Mas, gocemos el instante,
no pensemos sino en amarnos,
en gastarnos los labios y los besos
a fuerza de tanto usarlos.

© María José Rubiera 



viernes, 20 de enero de 2012

Pregunté...

Pregunté,
a las impasibles piedras,
a las dunas del desierto,
a las bellas madréporas
que decoran el océano
el porqué de mi existencia,
quién soy, de dónde provengo,
si formo parte de un plan,
si no soy sino un proyecto,
mas no obtuve respuesta:
se acogieron al silencio.

Pregunté,
a un cristalino arroyuelo,
a una avecilla viajera,
al cáliz de una flor,
a las altivas estrellas
que habitan el firmamento
acerca de ti, de mí,
del misterio del amor,
mas nada me respondieron:
tan sólo me dedicaron
miríadas de guiños burlescos.

© María José Rubiera






lunes, 16 de enero de 2012

Soneto al amado

Déjame sanarte el alma, mi amado,
permíteme curar tu mal de amores
con mimos y besos de mil colores
hurtados al arco iris escarchado.

Déjame ungir tu corazón dañado
con óleos destilados de las flores,
permíteme paliar tus sinsabores
con la luz de un atardecer dorado.

Sería capaz de hacerme hechicera
y elaborar pócimas magistrales
con tal que nadie dañarte pudiera.

Ser aliada de la luna lunera,
confidente de los elementales
para hacerte la vida placentera.

© María José Rubiera
 


viernes, 13 de enero de 2012

Solos


Tú, él... y por toda compañía el amor.

Me temo no sea el estado perfecto
tener como único amigo  
a ente tan inconstante, tornadizo,
pues si algún día decidiese
irse en pos de otras alcobas,
alojarse en otros lechos,
cobijarse en otros brazos,
ya no seríais tres sino dos:
dos seres solitarios y cansinos
haciéndole frente a la soledad,
a la indiferencia, a la apatía, al hastío...

 Seríais dos gotas de agua
ajenas a la inmensidad salada,
anónimas lágrimas entre el raudal
lacrimal que por las mejillas resbala.
Sólo seríais vulpejas
excluidas de la manada,
 dos lobos esteparios,
seríais tú, él... y la nada.

© María José Rubiera 



domingo, 8 de enero de 2012

Deseo

Si supieras cuántas veces,
cariño, en protagonista de mis sueños
te conviertes...
Si supieras que al oír la palabra "deseo"
asocio el vocablo contigo
y al instante me viene al recuerdo
el hálito de tu aliento en mi oído
y tu voz, diciéndome muy quedo:

"Deseo,
amada mía, amarte hasta perder
la noción del espacio y del tiempo,
cubrir cada intersticio de tu piel
con un sinfín de besos,
acariciarte y enredar
mis manos en tu cabello.

Deseo
tener libre acceso a tu corazón,
entregarme a ti y sin ambages te entregues,
regalarte mi vida y mi alma
y hagas lo que gustes con ambas,
que anunciando el fuego de nuestro amor
arrebato toquen las campanas."


© María José Rubiera 







martes, 3 de enero de 2012

Erato

Te recuerdo, bella Erato,
que lunas ha prometiste
brindarme por siempre ayuda.
Aún resuena en mis oídos
la promesa que me hiciste:
"En cuanto el reloj anuncie
la medianoche, invócame,
y acudiré con premura..."

Pero la noche pasada,
incumpliendo el juramento
que en su momento me hicieras,
me dejaste en la estacada.
Por más que te invoqué, Musa,
no hiciste acto de presencia:
eres harto veleidosa,
me obsequiaste con tu ausencia.

Sé magnánima conmigo,
te ruego no me abandones
a mi suerte, por favor.
 Si mi pluma yace inerte
sobre el papel y mi mano,
indecisa, no la empuña
por falta de inspiración,
¿cómo crear preciosos versos
para deleitar al alma,
cómo rendir pleitesía al amor...?


© María José Rubiera