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viernes, 30 de septiembre de 2011

Un sueño...

Te invito a vivir la quimera de un sueño,
un sueño tan rútilo como Sirio,
un sueño donde la armonía impere
y el amor sea tan bello
como los luceros que ornan el cielo,
¿quieres...?

Un sueño,
hasta el instante en que la Luna se acueste
y el ópalo celeste se atavíe
con preciosos matices: ocres, rojos,
azules, verdes...,
y su flirteo con la Tierra comience.

Hasta el alba,
hasta que la claridad diurna eclipse
a la estrella matutina,
hasta el momento en que el alma descienda
de su divina morada
y se someta al influjo de Maya.

© María José Rubiera

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Estopa y fuego

Larga se me hace tu ausencia,
interminables las horas
que en el ébano nocturno
me van transcurriendo en vela.
Necesito besarte..., ahora,
no esperes a que amanezca,
no aguardes a que la noche
pase el testigo a la aurora.

Una y mil veces reniego
de mi porfía en amarte,
mas siempre sucumbo al deseo
de tenerte entre mis brazos,
de cobijarme en tu seno,
aun sabiendo que a tu lado
soy como metal maleable,
soy estopa y tú..., tú eres fuego.

Eres sustancia opiácea:
Me has hecho adicta a tu cuerpo,
a la seda de tus manos,
al ónice de tus ojos,
al incienso de tus labios,
al sándalo de tus besos...

© María José Rubiera

lunes, 26 de septiembre de 2011

¿Dónde...?

Cuando el fragor del dragón se desvanezca
y el ceniciento manantial se apacigüe
y los valles el manto herbáceo muden
en otro inerte.

Cuando las aves extravíen el rumbo
y se extinga la luz de las luciérnagas
y el verdor de los maizales se troque
en densa niebla.

Cuando los vastos bosques se calcinen
y se ennegrezca el carmín de las flores
y su sutil fragancia en la estratosfera
se enrarezca.

Cuando se deseque el caudal fluvial
y la masa salada se torne en limo 
y, tenebroso, el planeta retrograde
a la era primigenia.

¿Dónde nos hallaremos, amor mío...?


© María José Rubiera



viernes, 23 de septiembre de 2011

Remembranza

No suelo rememorar el pasado
porque prefiero vivir el presente,
pero algunas veces, sin pretenderlo,
evoco cómo éramos antaño,
cuando juntos iniciamos la andadura
y la ternura primaba en nuestras vidas.
Recuerdo aquel mundo creado por ambos,
aquel universo hecho a la medida
en que todo era causa de regocijo
y al unísono sonaban nuestras risas.

Cuando a dúo cantábamos baladas
y mi voz de adolescente
se asemejaba al cloqueo de una gallina,
y prorrumpíamos en carcajadas.
Cuando nos enojábamos por naderías
y la terquedad nos impedía hablarnos
hasta pasadas unas horas
y una vez reconciliados
gozábamos uno del otro
más que nunca, sin medida.

Recuerdo cuando me susurrabas al oído:
"¡Te amo, te amo, te amo, te amo...,
eres mi musa, lo que más ansío!"
Y me mecías en tus brazos,
colmándome de caricias,
y me besabas y a mi vez te besaba
y me entregaba sin reservas,
declarando lo mucho que te amaba
y cuánto significabas en mi vida,
y nuestras almas, en una sola fundidas,
de la crátera del amor bebían.

© María José Rubiera

miércoles, 21 de septiembre de 2011

A solas

Nos amaremos, a solas,
sin rendir cuentas a nadie,
sin testigos indiscretos.
Tú, yo y nuestra historia,
y si acaso las estrellas
que alumbran el vasto cielo.

Consumaremos, a solas,
el sagrado sacramento,
rociando el alma con besos.
A solas:
tú, yo y si acaso la rosa
que en el búcaro reposa.
A solas con el silencio
que acalla el silbo del cierzo.

© María José Rubiera

lunes, 19 de septiembre de 2011

Avatar

Aquella noche estrellada
en que a lo lejos sonaba
el llanto de una guitarra,
me preguntaste: "¿Me amas?"
Y no afirmé ni negué:
me limité a permanecer callada,
pues me asaltaba el temor
de hacerte saber que te amaba.

En este avatar huidizo
que lleva por nombre Vida,
que es capítulo inconcluso
por agotarse la tinta,
tendemos al disimulo,
a encubrir los sentimientos:
alfaguara de emociones
que anega los corazones.

Eludimos la presencia
del sagaz interlocutor
temiendo que, con su agudeza,
acceda a nuestro interior
y nos ausculte la conciencia.
No exponemos la mirada
para evitar que en el iris
consigan leernos el alma.

¿Acaso nos sirve de algo
ocultar nuestras pasiones
tras sibilina coraza...?
¿De qué vale tanto celo
si al más mínimo descuido
se ponen de manifiesto
al emerger en cada gesto,
en cada frase expresada?

© María José Rubiera

viernes, 16 de septiembre de 2011

Fotogramas

A través de una rendija
del polvoriento desván,
penetra un rayo de luna,
proyectando en las paredes
un haz de luces y sombras
y dantescas figulinas.

Siento frío, y tengo miedo:
me asusta la luz mortecina,
me acobarda la penumbra,
¡me hace sentir tan ínfima!
Y me deslizo hasta el suelo
de la mohosa buhardilla.

De entre la oscura maraña
de fotogramas pretéritos
fijados por la memoria,
velados por el olvido
y oxidados por el tiempo,
se hace nítido un recuerdo:

En la opacidad nocturna,
el grito de una lechuza
amedrentaba a la brisa
y a las turgentes marismas...
Y me refugié en tus brazos
cual la niña asustadiza.

© María José Rubiera


lunes, 12 de septiembre de 2011

El violinista

Llegó a  mis oídos,
al crepúsculo,
cuando el velo de las sombras comenzaba
a cubrir de gris el rubí vespertino.

Una voz,
un gemido,
el lamento desgarrado de un violín entristecido,
una melodía expresada en forma de suspiro.

El músico,
el violinista,
me hirió con el metal de su mirada,
hablándome sin hablar... Diciéndome, sin decir palabra:

"Soy vagabundo,
un paria,
tengo por lecho el fulgor de las estrellas
y las arenas del mar por almohada.

Soy libre,
como el viento,
jamás habré de rendirle cuentas a un dueño,
jamás pisotearán mis sentimientos.

Y tú, mujer,
¿qué eres...?
¡Sí, tú, que te apiadas de mi condición de errabundo!
¡Tú, que el alma tienes encarcelada!"

© María José Rubiera

miércoles, 7 de septiembre de 2011

No estés triste, amor mío

No estés triste, amor mío:
Rimaré para ti los versos más preciosos
que imaginar pudieras,
aunque para ello me fuere preciso
seducir a las musas que pululan por el aire
y ponerlas a mi servicio.

No te atribules, amor mío:
Te regalaré besos de todos los colores,
amén de dulces caricias.
Te regalaré el Sol, la Luna y los luceros...
Te regalaré toda mi energía
para que tu corazón brinque de dicha.

No te acongojes, amor mío:
Insuflaré en tu alma el soplo de mi amor
hasta conseguir que se estremezca de gozo...
Piensa en mí, en lo mucho que te adoro.
¿No ves que nada ni nadie logrará separarnos?
¡Nadie, ni la muerte tan siquiera!

Alégrate, amor mío:
¿Sabes? Presiento que en algún universo lejano,
más allá de las conocidas estrellas,
existe un espacio reservado para nosotros,
un lugar donde podremos continuar amándonos,
un mundo donde el tiempo y la distancia no cuentan.

© María José Rubiera

martes, 6 de septiembre de 2011

La sirena ya no canta

La sirena ya no canta...
La sedujo un marinero:
cautiva quedó en sus redes,
apresada en su mirada.

Entre aparejos, varada,
vive sin vivir, muriendo...
La sirena ya no canta,
sino que llora en silencio.

Y las lágrimas vertidas
se adentran en el océano
y el piélago aguamarina
se va tiñendo de negro.

La sirena ya no canta...
Las aguas visten de luto
y la hechizada hechicera
se enfunda el véster de duelo.

© María José Rubiera

sábado, 3 de septiembre de 2011

El sueño de un manantial

Un soñador manantial,
parido por la montaña,
discurre con diligencia
hasta alcanzar la vaguada.
Sueña con desposarse,
sueña unirse a un riachuelo
hialino como el diamante,
límpido como un lucero.

Se desliza con premura
soñando con su objetivo
y en su ensoñación recrea
la transparencia del río.
Sueña que una vez unidos
proseguirán su avatar
hasta lograr alojarse
en el lapislázuli marino.

© María José Rubiera