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viernes, 25 de noviembre de 2016

Genuino...

Todo adquiere significado
cuando encasilladas las figuras
en el damero de la existencia
se revela meridiano
el fetiche que mueve al mundo:
Amasar riqueza a espuertas,
pese a quien pese, caiga quien caiga,
vénzase a quien se venza...,
fetiche oculto a la vista
de la cándida inocencia
–un niño jamás podrá comprender
ambición tan desmedida–.
Aun hoy, rebasada con creces
la etapa de la simpleza,
incluso habiendo asimilado
que nada es lo que parece,
la mirada avezada
a observar las miserias humanas,
sigo comprendiendo... ¡nada!
Por suerte, para mi espíritu
algo sí cobra sentido
cuando ensambladas las piezas
del puzzle de las vivencias
se manifiesta nítido
el verdadero símbolo
por el que vale la pena
existir, ser... estar: El amor genuino
–un talismán compartido–.
Amor... alimentado por ambos,
de continuo mantenido,
el amor que nos mantuvo alejados
del enrevesado laberinto
que no alberga escapatoria,
amor... que nos evitó el peligro
de ser catapultados
al vórtice del abismo
en que se esfuma la gloria
del cariño correspondido...

© María José Rubiera

 

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