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miércoles, 17 de agosto de 2016

Solo...

Solo se queda el parterre
cuando moribunda la rosa
su postrer aroma exhala
y los ruginosos pétalos
–los últimos de la saga–
rolando a merced del céfiro
el fúnebre roce aguardan.
Solo... a semejanza del alma
que se fue a tierra extraña
y precisando de afecto
sueña labios de cereza
que unos besos le reclaman
y tanto más intensos
cuanto más vagos los sueños
libélula improvisada
surca el lato océano
que del amor le separa.
Solo... cual recuerdo
que salmodia desolada
el corazón entristece
y recordar nadie quiere.
Solo... como la soledad
que soledosa entre soledades
en la soledad se instala
y con la soledad se aviene.
Solo...
 
© María José Rubiera
 
 

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